Daniel Ramírez

Periodista y escritor. Redactor jefe de El Español

Trasteo literario

Paloma Toscano

«Por una fuente supe que llevaban cadáveres al Palacio de Hielo. Era donde los niños hilvanaban sus sueños»

Para Daniel Ramírez el carné de periodista fue un ‘Salvoconducto’ en tiempos de confinamiento
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Entrevistar a un periodista no suele ser fácil ni cómodo. Pero hoy tiene un pase porque Daniel Ramírez, redactor en jefe de El Español, es también autor literario. Hoy hablamos con el escritor y con el reportero, aprovechando el lanzamiento de ‘Salvoconducto-19’, su último libro.

Con menos de 30 años ya es usted un periodista premiado, escribe ensayo, prosa y poesía y es redactor en jefe de un medio muy influyente. ¿Quizás el periodista joven más activo de España?

¡No lo creo! Tengo mucha actividad, ciertamente. Pero la considero un privilegio, más que una carga.

¿Se adscribe a alguna generación literaria o vivencial?

Parece que está de moda hablar de generaciones… Que si los Millennials, que si la Generación X… Yo me pierdo un poco en eso. Quizás es que no soy muy moderno, pero no me encuentro cómodo con estas etiquetas. Por otra parte, recuerdo que a los poetas y escritores del pasado se los vinculaba a alguna generación, como la del 98. Aunque Azorín, Pio Baroja o Ramiro de Maeztu no tenían nada que ver entre ellos, más allá de compartir un contexto sociopolítico.

Si quiere, diga que soy de la generación olímpica (nací en 1992), pero es un concepto muy amplio y no sabría responder a su pregunta con mayor precisión. 

De acuerdo. Entonces cambiemos de enfoque: ¿se considera más digital o analógico?

Depende de con quién me compare… Formo parte de una generación bastante digital. Escribo en ordenador los artículos para el periódico y los libros. En cambio escribo a mano la poesía, antes de editarla con la computadora. 

Mis últimos recuerdos analógicos son de la época del instituto, de cuando los dispositivos digitales no estaban permitidos en el aula y eso que todo el mundo ya tenía móvil. Pero cuando comencé la universidad ya todo el mundo utilizaba el ordenador.

Escribo en ordenador los artículos para el periódico y los libros. En cambio escribo a mano la poesía, antes de editarla.

¿Se hizo periodista porque le gustaba ser escritor o son dos profesiones independientes para usted?

Lo cierto es que siento vocación por contar historias. Desde pequeñito. Lo reconocí más claramente cuando comencé la universidad y elegí la carrera de Periodismo porque pensaba que iba a ser una buena plataforma donde conseguir mejores herramientas para escribir esas historias.

Por otra parte, “escritor” es una palabra que me impone mucho respeto… Hasta ahora siempre que me preguntan digo que soy periodista. Pero, claro, ahora llevo publicados cinco libros y ya se podría decir que también lo soy. En cualquier caso, uno y otro oficio tienen su origen en mi interés por contar historias.

“Escritor” es una palabra que me impone mucho respeto… Hasta ahora siempre que me preguntan digo que soy periodista.

El Español es uno de los medios digitales más influyentes de la actualidad. Su fundador y director es Pedro J. Ramírez. ¿No serán ustedes dos parientes?

¡No! Aunque a menudo se creen que sí. A veces entrevisto a personalidades que fueron ministros en tiempos de los gobiernos de Aznar y de González, gente importante en los años 80 y 90. Cuando me presento como redactor jefe de El Español y les digo que me apellido Ramírez, me preguntan si soy el sobrino de Pedro J…. No tendría problema en serlo, pero no es así.

A veces entrevisto a personalidades de los gobiernos de Aznar y de González. Cuando me presento como redactor jefe de El Español y les digo mi apellido, me preguntan si soy sobrino de Pedro J….

Cuéntenos: ¿cómo recaló en esa cabecera?

¡Pues acercándome mucho a Pedro J.! Él es antiguo alumno de la Universidad de Navarra, como yo, y al lanzar El Español le pidió a la facultad que le seleccionaran a algunos alumnos con los que entrevistarse para trabajar en el periódico.

Como si se tratara de un casting.

La facultad me llamó y fui de Madrid a Pamplona para formar parte de ese grupo de alumnos seleccionados. Sin embargo me tocó hablar el último y él tenía que irse a otro asunto, así que apenas tuve tiempo de contarle nada de mí.

Como si se le escapara el tren.

No exactamente. Como yo trabajaba como responsable de comunicación para un think tank aproveché los minutos que tuve para pedirle que me concediera una entrevista.

¿Usted entrevistándole a él?

Así fue. Al cabo de unos días yo fui a verle a él. Pero como es un genio, lo que sucedió es que él se estaba dejando entrevistar mientras, a la vez, me estaba estudiando a mí. Esa fue mi primera toma de contacto con Pedro J.

Dentro del periodismo hay quien se especializa en información, en interpretación o en opinión. ¿Cuál es su especialidad?

Pues es complicado de responder, sinceramente. Yo suelo hacer dos cosas, habitualmente: reportajes, es decir, información, y al columnas semanales, y eso es opinión. Aunque, donde más cómodo me encuentro es en lo que podría denominarse periodismo literario, que ya forma parte del género del relato. A mí me gusta ir a los sitios, mirar, divertirme, tratar de divertir a los lectores contándoles cosas… En la facultad decían que el periodismo tenía tres patas: informar, formar y entretener. La última es la que más me gusta. Y si se le añade información, resulta lo que hoy llaman infotainment. Lo de la formación me gusta menos… Se lo dejo a los políticos y a los curas.

Donde más cómodo me encuentro es en lo que podría denominarse periodismo literario, que forma parte del género del relato.

Los medios digitales tienen mucha influencia y, quizás, menos difusión que los periódicos de antaño. Máxime cuando muchos se han pasado al pago por suscripción.

Es así. Es una de las claves del panorama digital actual. Desde hace unos años, en el periodismo por internet, la tarta se ha repartido. Ahora existen muchísimas más alternativas de medios, tanto de centro a la derecha, como de centro a la izquierda. Además, como dice, muchos hemos cerrado nuestros contenidos y los hemos hecho exclusivos a los suscriptores, porque los periodistas también comemos tres veces al día (se ríe) y queremos cobrar por nuestro trabajo.

Si ese fenómeno ya sucedía cuando comenzó el periodismo digital, ahora todavía es más habitual. Y quien se suscribe a El Español, por decir algo, ya no es probable que se suscriba al Confidencial. O quien lo hace en El País ya no lo hará en Infolibre. El debate es muy interesante y nadie ha hallado todavía una solución para convertirse en el líder absoluto, o para que los ingresos periodísticos dejen de ser los de la publicidad tradicional en exclusiva y pasen a ser provenientes de los suscriptores. Sigue siendo un desafío.

Quien se suscribe a El Español no es probable que se suscriba al Confidencial. O quien lo hace en El País ya no lo hace en Infolibre. La tarta se ha repartido.

Periodismo, prosa y literatura. Toca usted muchos palos, ¿verdad?

Pues verá, quizás mi currículo es versátil. Y eso puede ser una virtud, pero al mismo tiempo un defecto, porque aunque te gusten muchas cosas, tal vez no seas capaz de centrarte en ninguna. El otro día estuve firmando en la Feria del Libro de Madrid y el personal de allí me recordaba que tenía expuesto un libro de poesía, otro de reportaje sobre la pandemia y otro sobre el Osasuna… Bueno. Como es el inicio de mi carrera, me puedo permitir trastear por diversos géneros…

Hasta ahora he escrito títulos como “Salvoconducto-19”, que es una crónica en formato de reportaje y a ritmo de thriller de todo lo que pude ver con mi carné de periodista durante la pandemia. Y como el poemario “Es sólo vivir”, que me ha enganchado. Espero seguir escribiendo poesía… Y me gustaría también publicar una novela. Ahora mismo me estoy peleando con ella.

Mi currículo literario es versátil. Y eso puede ser una virtud, pero al mismo tiempo un defecto.

Es que el día a día como periodista debe dar para muchos argumentos.

Pues es una novela que escribo con bastante realismo, por pura deformación profesional. Lo que hago todos los días es ir a la calle, observar los lugares, la gente, a la humanidad… Si logro publicarla será porque es una novela realista y verosímil.

¿Cómo fue el proceso de creación de ‘Salvoconducto-19’?

Puedo contarle dos momentos muy importantes. Al comenzar la pandemia yo tuve la posibilidad de salir a la calle libremente, carné de periodista en mano, mientras todo el mundo estaba confinado. Fue muy impactante pasearme por Madrid y ver calles vacías, o la Castellana sin apenas coches (solo las ambulancias), o volverme andando a mi casa y oír mis propias pisadas hasta un punto en que daba miedo.

Un día, estando en mi casa, una de mis fuentes me envió un mensaje. Me decía: “Dani, hemos comenzado a llevar cadáveres al Palacio de Hielo”. De manera periodística y un poco cínica le pregunté: “¿alguien más tiene esa información?” La fuente me dijo que no y me fui corriendo a escribir la exclusiva.

Fue muy impactante pasearme por Madrid y ver calles vacías, o la Castellana sin apenas coches (solo las ambulancias), o ir andando a mi casa y oírme las pisadas hasta un punto en que daba miedo.

Lógico. ¿Se sintió de alguna manera especial por hacerlo?

Teresa, mi novia, me dijo: “¿Eres consciente de lo que acabas de publicar?” El Palacio de Hielo fue siempre un lugar en el que los niños hilvanaban sus sueños y, de golpe, se convirtió en una morgue porque los hornos crematorios de la ciudad estaban colapsados.

Lo pensé de manera calmada y me impactó mucho. Y, a la vez, sentí con nitidez el privilegio de ser periodista y de acceder a ese tipo de cosas. Y comencé a escribir. 

Me dijo que pasó por dos momentos impactantes. ¿Cuál fue el otro?

La enfermedad de mi padre. Él se contagió de coronavirus y desarrolló una neumonía bilateral. Mis padres viven en Pamplona y yo en Madrid, así que no pude ir a verlos. Le ingresaron y mi única información era la que me daba mi madre. Pasó entre cinco y seis días críticos. Pareció que el tratamiento no funcionaba y la escritura fue el lugar donde pude refugiarme de esa ansiedad.

Afortunadamente todo salió muy bien y él se curó. Pero todo aquello me permitió conocer la otra mitad del problema, es decir, la perspectiva de quien padece. No pude acceder a ella de otra manera, ni con mi carné de periodista. Finalmente, publiqué “Salvoconducto-19”, editada por Renacimiento y con prólogo de Carlos Alsina. 

¿Qué tema le motivaría más para escribir un nuevo libro: la Agenda 2030 o la Mesa de Diálogo con Catalunya?

Uf! Preferiría cortarme las venas antes que escribir sobre cualquiera de los dos, así que no me ofrezca dinero a cambio… Entiéndame: ambos son temas de una relevancia social y política brutal, pero cuando escribo me gusta tratar sobre cosas a las que no dedico atención diaria como periodista. Escribir libros me sirve para desconectar un poco.

¡Mójese, hombre!

Venga. Si tuviera que quedarme con uno, me quedaría con la Mesa de Diálogo. Creo que solo puede haber una Agenda 2030 si resolvemos lo que pasa en Catalunya.

Antes me habló de la Generación de 1898. ¿Alguna similitud entre Pio Baroja y usted?

Pues mire, mi segundo libro, “La otra vuelta del camino”, es una especie de ‘persecución’ de Baroja. Dediqué un maravilloso verano a seguir en coche las huellas del autor y llegué a entrevistarme con gente mayor y maravillosa que le conoció en vida. 

Lo cierto es que Baroja tiene algo que a los jóvenes de hoy nos gusta mucho: el sentido radical de la libertad. Tenía una manera de escribir que le evitaba pensar en convencionalismos… Actualmente estamos en una época regida por extremos y presiones como la de lo ‘políticamente correcto’. Él enseñaba a huir de eso.

Curioso.

El otro día leí una anécdota. Le dijeron: “Don Pio, si usted fuera piloto de avión lo pasaría muy mal, porque no encontraría ningún lugar donde no hubiera atacado previamente con su pluma. No podría aterrizar”. Me gusta mucho Baroja. Y tiene unas novelas fantásticas.

La última. ¿Cómo compagina sus tareas a lo largo del día? ¿Está despierto a todas horas?

El horario del periodista digital sigue siendo muy parecido al del periodista de papel. Nos levantamos, hacemos algunas llamadas, tomamos algún café con alguien, buscamos historias para el día siguiente… La diferencia más importante quizás es que el periodista de antes pensaba solo en lo que publicaría al día siguiente. Nosotros estamos con un pie en el mañana y otro en el hoy.

Tras la hora de comer, bien desde la redacción, bien desde casa (teletrabajando) entramos en contacto con la sección, el jefe de la sección y el director y comenzamos a elaborar el periódico del día siguiente. Lo del “tardeo” que tan de moda se ha puesto, los periodistas lo hacemos por el trabajo, que no por las copas. La escritura nos llega por la tarde y termina sobre las nueve o las diez de la noche, que es cuando cierran las ediciones.

El periodista de antes pensaba solo en lo que publicaría al día siguiente. Nosotros estamos con un pie en el mañana y otro en el hoy.

El periodista Daniel Ramírez nació en Pamplona en 1992. Actualmente es redactor jefe en El Español. También es ensayista, poeta y novelista. Autor, en pocos años, de “Porque somos Osasuna”, “La otra vuelta del camino”, “Eusebius, capitán de la Nave de Baco”, “Costumbres de Navarra. Ayer y hoy” y su libro más reciente, “Salvoconducto-19”. En su ficha biográfica consta que “sueña con ser ministro del Tiempo” y que una vez entrevistó a Vargas Llosa en su biblioteca. Amante de contar historias y de aportar una mirada cercana a las cosas que pasan. Recibió el Premio Nacional de Periodismo Francisco Valdés y colabora en el programa de Carlos Alsina, en Onda Cero.

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