Luis Font

Cofundador de Robin Good

Alimentos con alma

«Nuestro sueño es que el cliente encuentre todos los productos con impacto social en una sola tienda»


Robin Good es la primera distribuidora de marcas alimenticias dedicadas a la integración socio-laboral

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El nombre Robin Good recuerda a un mítico aventurero que ayudaba a la gente pobre logrando recursos de los ricos. Hoy, la empresa de Lluis Font acerca los productos de compañías con objetivos sociales a los clientes masivos.

«El primer año y medio estuvimos todos sin cobrar. Lo combinábamos con otros trabajos. Pero todos creíamos en lo que hacíamos»
 
«Como socio, he decidido que los beneficios de mi participación vayan destinados a invertir en esas mismas empresas sociales»
 
«Nuestro mayor interés es que las empresas con objetivos sociales aumenten sus ventas. Están integradas por personas en riesgo de exclusión social. Si las ayudamos, ayudamos a que estas personas mantengan sus puestos de trabajo»
 
«Yo pienso que hay que ser muy transparentes hoy en día. Somos muy partidarios del marketing experiencial, que es lo que hace la Fageda cuando invita a sus clientes a ver sus instalaciones y a probar sus productos»
 
«Al terminar los estudios trabajé para grandes multinacionales. Lo hice consciente de que debía prepararme durante unos cuantos años, obtener conocimientos y aprender maneras de hacer que me ayudaran a arrancar mi propio negocio»
 
«Creo que las personas llevamos dentro esto de ser emprendedores o no lo llevamos. Hay pocas personas que se conviertan en emprendedores»

¿La idea de Robin Good fue suya o de algún socio?
Fue mía. Pero desde el principio este fue un proyecto basado en la participación de cuatro personas, que son las que recluté en la primera fase. Siempre hablo en plural porque todos estuvimos remando en la misma dirección.

Su idea era una idea, nada más. ¿Le siguieron todos, incluso sin cobrar?
El primer año y medio estuvimos todos sin cobrar. Lo combinábamos con otros trabajos. Pero todos creíamos en lo que hacíamos. Hoy en día ya trabajamos todos a tiempo completo. Estamos muy involucrados y nos funciona todo muy bien. Acabamos de obtener una ampliación de capital y hemos pedido una ayuda al fondo ENISA. Con ello pensamos incrementar el equipo en las próximas semanas en una o dos personas que nos ayudarán a crecer más rápido.

Ustedes se dedican a comercializar productos de empresas que, de una manera u otra, ya se estaban comercializando. Así pues, ¿cuál es su valor? ¿Cómo convencieron a estas empresas para que pusieran sus productos en las manos de Robin Good?
Tuvimos que esforzarnos para convencer a las cuatro o cinco primeras. Les gustaba la idea, pero les costaba ver los beneficios de esa propuesta a medio plazo. Cuando al fin los convencimos, otras empresas sociales se nos acercaron para conocernos. Al ver que les ofrecíamos la oportunidad de vender mejor sus productos, y que esta era una vía paralela y complementaria a sus propias estrategias, también se nos añadieron.
De hecho, algunas de estas marcas ya cuentan con un equipo comercial importante. Pero hay otras que no, porque son pequeñas y solo hay una persona detrás realizando casi todas las tareas de una empresa. Entre ellas, las de gestión comercial. En nuestro catálogo tenemos productos de empresas muy distintas, con diferentes configuraciones.

¿De qué manera monetizan su servicio?
A las marcas que distribuimos les cobramos una comisión de lo que venden. Con este dinero podemos financiar nuestras actividades. Nuestro mayor interés es que estas empresas aumenten sus ventas, porque la mayoría de ellas están integradas por personas en riesgo de exclusión social, desde parados en larga duración hasta migrantes que llegan sin formación profesional. De algún modo, ayudando a sus marcas a vender, ayudamos a que estas personas mantengan sus puestos de trabajo.
Por otro lado, yo mismo, como socio, he decidido que los beneficios de mi participación vayan destinados a invertir en esas mismas empresas sociales. Actualmente soy el propietario del 80% de la Robin Good, tras una reciente ampliación de capital. Y a los nuevos socios también les he propuesto que inviertan sus beneficios en empresas con orientación social. Pero pueden hacer lo que crean más oportuno.

De lo que se deduce que han superado con éxito su primera ronda de inversión. ¿Los nuevos socios y accionistas le siguen respetando el plan estratégico, las decisiones, etc.?
Por ahora los socios que tenemos están muy alineados con los valores de la compañía. Buscan la rentabilidad del negocio, pero les sigue importando más el impacto social.

¿Qué gama de empresas y marcas tienen en su catálogo?
Tenemos desde el AUARA, cuyos propietarios destinan el 100% de sus beneficios a abrir pozos de agua en África, hasta las mermeladas de La Fageda, los vinos de la Olivera (unas bodegas orientadas a crear impacto social), las galletas de El Rosal…; tenemos cervezas y chocolates de casa Dalmases, de Cervera, y semillas alimenticias para aderezar ensaladas, que hacen en Ordi. O también los lácteos de Delícies del Berguedà. Nuestra gama, como ve, es amplia.

Y Robin Good es un nombre muy bueno.
El nombre fue idea de un amigo mío al que le propuse que pensara en una lista. Al principio nos inclinamos por “Robin Food”, pero ese nombre ya estaba registrado por David de Jorge, un gastrónomo y cocinero vasco que hace un programa de televisión en ETB. Nos pusimos en contacto con él y nos dijo que lo iba a seguir utilizando. Así que nos decidimos Robin Good porque también nos encajaba.

Muchos jóvenes profesionales aspiran a hacer carrera en una gran multinacional. Otros montan sus startups también con la mirada puesta en ser comprados por grandes grupos. ¿Usted se encuentra en alguno de esos casos?
Al terminar los estudios trabajé para grandes multinacionales. Lo hice consciente de que debía prepararme durante unos cuantos años, obtener conocimientos y aprender maneras de hacer que me ayudaran a arrancar mi propio negocio. Creo que las personas llevamos dentro esto de ser emprendedores o no lo llevamos. Hay pocas personas que se conviertan en emprendedores. Tal vez si se ven forzados por las circunstancias. Pero la mayoría lo llevamos dentro, desde pequeños.

Usted pertenece a una familia de empresarios. Así que lo vivió de cerca.
Yo pertenezco a la sexta generación de una familia empresarial del textil en la comarca del Vallés. Decimos en casa que somos como “los últimos mohicanos”, porque el sector ya no es lo que era. Mi abuelo tuvo que cerrar la fábrica y la volvió a levantar desde cero. Mi padre tuvo que consolidarla. Desde pequeño, he vivido circunstancias muy buenas y muy malas en lo empresarial, pero siempre hemos sobrevivido.

¿Cuál es el “reto 2020” de su organización?
Nuestro reto más ambicioso, casi un sueño, es crear una cadena de tiendas de productos de impacto social. Queremos que un cliente cualquiera pueda encontrar todos los productos de impacto social en una tienda. Es complicado, porque en España todavía no estamos preparados, pero sabemos que en el Reino Unido y en Holanda ya existe.

Todo el mundo alberga buenas intenciones, pero existe una buena cantidad de personas que siguen sin confiar en que los proyectos sociales tengan el impacto que prometen. ¿Qué tiene que hacer Ud. para convencerlos?
Yo pienso que hay que ser muy transparentes hoy en día. Somos muy partidarios del marketing experiencial, que es lo que hace la Fageda cuando invita a sus clientes a ver sus instalaciones y a probar sus productos. A nosotros nos gusta hacer lo mismo las nuestras marcas que representamos: provocar que cada vez más gente vaya a sus instalaciones y las visitas. De hecho, en el último año hemos hecho que dos compañías vayan a hacer sus ejercicios de teambuilding a las sedes de estas entidades sociales.

 

Formado en ADE en la Universidad de Barcelona, aficionado a las carreras de montaña y padre, este antiguo alumno de los Jesuitas de Sarriá comenzó a cultivar su vocación profesional de emprendedor en compañías del sector del gran consumo como Panrico y Unilever. Más tarde, en la empresa de su familia, de la que él forma parte de la sexta generación y en la que, desde pequeño, vivió circunstancias mejores y peores.

A lo largo del proceso le acompañó una especie de run-run personal, que le empujó a crear un proyecto de connotaciones sociales. Tras haber entablado relaciones con un hub de emprendeduría social de Barcelona, se interesó por las lecciones de empresas que, como La Fageda, habían aprendido al hacer compatible la alimentación con el proyecto social. Se empeñó en hacer que los consumidores, al ir a un supermercado, pudieran encontrar ese tipo de productos que, actualmente, viven un poco escondidos de los lineales de las grandes cadenas. De ahí nació Robin Good, la primera comercializadora de productos alimentarios de impacto social.

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