Creativa, amable y saludable. Así es la iniciativa The Smart Lollipop, que nació como respuesta a un reto de creatividad y que aspira a hacer las cosas más fáciles a pacientes y a profesionales de la salud.
Nos trae usted una piruleta inteligente que hace diagnósticos médicos no invasivos. ¿Cómo surgió la idea?
Pues solucionando un problema muy concreto: cómo diagnosticar enfermedades tropicales en países subdesarrollados a través del Big Data. Había que pensar en algo que se pudiera utilizar en países donde la formación y las infraestructuras fueran distintas a las que tenemos aquí, sin a penas hospitales, sin instrucciones que hubiera que leer e, idealmente, evitando procedimientos dolorosos para obtener los fluidos que analizar.
¿Y cómo llegó a encontrarse ante ese problema?
Mientras estudiaba un master en Desarrollo e Innovación Empresarial, unos compañeros nos presentamos a una competición de emprendimiento. El reto era enfrentarse al problema mencionado, siguiendo los procesos del Design Thinking. Definimos un caramelo inteligente con un sensor que nos permitiera digitalizar las respuestas y, así, generar el Big Data necesario.
Para nuestra sorpresa, nos impusimos a 7.000 participantes y a más de 300 equipos. Hallamos entonces un producto muy parecido al actual del The Smart Lollipop que me entusiasmaba. Y pensé que era el momento de lanzarse.
Definimos un caramelo inteligente con un sensor que nos permitiera digitalizar las respuestas y, así, generar el Big Data necesario.
Y se lanzó a emprender.
Soñar es muy bonito, pero la financiación está aquí, y no tanto en los países en vías de desarrollo. Comenzamos con los recursos que teníamos y fuimos modificando poco a poco el diseño industrial del producto. Finalmente nos propusimos llegar a lanzarlo aquí y, en el futuro, lo llevaremos a países del tercer mundo.
Soñar es muy bonito, pero la financiación está aquí, y no tanto en los países en vías de desarrollo.
¿Qué tecnología utiliza esta piruleta, además del caramelo?
Como se puede ver, el diseño industrial del producto es simple por fuera. Por dentro no lo es en absoluto. The Smart Lollipop tiene unos canales microfluídicos que sirven para que podamos captar saliva cuando el paciente la come.
La saliva lleva a un biosensor, que a su vez está conectado a un lector óptico que digitaliza la respuesta. Es un producto muy sencillo de explicar, pero complejo de producir. De lo que se trata es de hacer un diagnóstico correcto, generando una grata experiencia al usuario. Según tenemos entendido, éste siente que está comiendo una golosina 100% normal y corriente.
The Smart Lollipop tiene unos canales microfluídicos que sirven para que podamos captar saliva cuando el paciente la come.
¿Y todo lo diseñó usted?
Yo misma fui diseñando el producto y sus componentes a nivel industrial. Pero para el biosensor buscamos con quién podíamos colaborar. Y para la digitalización, también. Finalmente incorporamos a Albert Valeta como CTO y socio de la compañía. Poco a poco, fui buscando a las personas clave para que todas las piezas nos llevaran a The Smart Lollipop.
¿Cuándo supo que quería ser emprendedora?
Antes de estudiar la maestría, había trabajado en el mundo del marketing digital. Siempre tuve ganas de hacer cosas nuevas. Para mí, la emprendeduría es hacer ese algo nuevo. Además, sabía que crear una empresa era la herramienta ideal para ser independiente. Resuelve muchas cosas de forma ágil.
¿Y qué pasó con aquel equipo con el que ganó la competición?
Éramos cuatro personas, estudiantes. Cuando el trabajo en el proyecto se fue intensificando, cada uno tomó su camino. El equipo se diluyó de forma natural y me quedé sola. Decidí que quería emprender, pero que necesitaba un equipo con los perfiles adecuados para una start up del sector Health Tech.
¿Cómo se han financiado en este tiempo?
Al principio tuvimos que hacer milagros. Fuimos tres socios: el pediatra Roger Garcia, la experta en comercialización Lorena Toda y yo misma. Trabajamos muchísimo y sin salario. Dedicamos mucho tiempo a buscar con quién podríamos colaborar.
Llegó un momento en el que nos relacionamos con el CSIC. Aquello nos permitió poner una pata en el mundo de la investigación. También recibimos una primera subvención pública y ganamos algunas competiciones de innovación con premios económicos de 10.000 a 15.000 euros. Con eso comenzamos a crear realmente el producto. El coste de desarrollar esta tecnología es elevado… Hoy estamos a punto de cerrar la primera ronda de inversión privada.
Al principio tuvimos que hacer milagros. Fuimos tres socios. Trabajamos muchísimo y sin salario.
¿De qué creen que dependerá el éxito comercial del producto?
Un poco de todo. Por un lado, el que los hospitales dispongan de él para diagnosticar y monitorizar enfermedades. Hay muchos pacientes que deben hacerse analíticas anuales de sangre. Nosotros queremos evitar esas extracciones por medio del caramelo.
También queremos llegar a las farmacias. El paciente es cada vez más autónomo y busca medical devices (aparatos) que le permitan hacerse chequeos rápidos, ya sean adultos o niños.
Hay muchos pacientes que deben hacerse analíticas anuales de sangre. Nosotros queremos evitar esas extracciones por medio del caramelo.
¿Cuántas enfermedades detecta actualmente el The Smart Lollipop?
Estamos en una fase inicial y nos hemos enfocado al diagnóstico y monitorización de dos enfermedades: la hipercolesterolemia y la celiaquía. Pero nuestra intención es ir creando diversos sensores que nos acerquen a otras patologías. Lo que sí queremos es especializarnos en la saliva, como fluido estrella. De ahí podremos obtener otros biosensores para otros problemas específicos.
En la fase inicial nos hemos enfocado al diagnóstico y monitorización de dos enfermedades: la hipercolesterolemia y la celiaquía.
La saliva transporta mucha información.
Es un gran fluido, pero hay que saber trabajar con él porque contiene muchas impurezas que pueden desvirtuar y cambiar el resultado de cualquier test. En nuestro producto hemos integrado un dispositivo que la limpia.
Finalmente, todo está en el producto. Por eso decimos que es el “laboratorio en un caramelo” (the lab in a candy). Queremos lograr lo mismo que en un laboratorio, pero en menos tiempo y en un espacio más reducido.
Me acaba de enseñar una unidad del producto. ¿Cuánto tiempo tengo que comerlo para que funcione?
Hemos testado que con tres minutos es suficiente. En ese tiempo captamos la cantidad necesaria de saliva. Luego colocamos el fungible (el caramelo) en un lector óptico universal y, al cabo de otros 10 minutos, tenemos el resultado digitalizado y subido a una plataforma. En total, 13 minutos desde la prueba hasta el diagnóstico.
Caramba.
Por esto es tan útil para las farmacias: no necesitas pedir una cita en el médico, ni esperar en la consulta, ni aguardar 24 o 48 horas para recibir el diagnóstico. Todo en 13 minutos.
¿Se vende ya el producto?
Todavía no. Estamos en fase de desarrollo. En la creación de cualquier dispositivo médico hay una fase de desarrollo, a la que siguen los estudios clínicos y, luego, todas las regulatorias. Todo eso es previo a la entrada en el mercado. Este año comenzaremos los estudios clínicos en un hospital.
El farmacéutico es un sector muy complejo para la emprendeduría, ¿no cree?
Ya sabía que era complejo, pero no era consciente de todo el proceso. Pero claro, se trata de la salud. Y hay que pasar regulatorias por seguridad. Esto es un diagnóstico y tiene que ser completamente fiable. Por ello debe pasar por validaciones técnicas y de otras índoles.
Pero la complejidad también lo convierte en un proceso mucho más interesante.
Sin duda. ¿Y qué sabores ofrece el caramelo?
Esta unidad que le muestro no tiene caramelo. Pero el producto real sí. Tenemos tres: la fresa, que es la estrella para los niños; la sandía, que es buenísimo, y la manzana. El caramelo ayuda a estimular la salivación y esto nos hace recoger la saliva de forma más rápida.
El caramelo ayuda a estimular la salivación y esto nos hace recoger la saliva de forma más rápida.
Ustedes han creado una empresa de tests en un momento en el que el mundo ha descubierto la importancia de los tests. ¿Cómo les afecta?
La idea nació en 2017. Fundamos la empresa en 2020, tras tres años de investigación. Nuestro producto es un POC o Point of Care, que significa “test rápido”, que es un mercado que ya estaba en auge. Después de la pandemia, el mercado todavía crece más. Y la sociedad se ha concienciado porque, ciertamente, todos nos hemos hecho test de antígenos en la farmacia y sabemos ya la importancia de contar con un diagnóstico de forma rápida: ¿por qué esperar cuando existen los test rápidos? Cada vez hay más cultura de prevención y chequeo de enfermedades asintomáticas. Esto nos ha ayudado sin duda.
Cada vez hay más cultura de prevención y chequeo de enfermedades asintomáticas. Esto nos ha ayudado sin duda.
¿Cómo se desarrollará la empresa, más allá de el The Smart Lollipop?
De entrada, a mí me gustaría que The Smart Lollipop fuera la primera de una serie de dispositivos no invasivos producidos por nuestra compañía. Poniendo el cliente en el centro, abarcando la pediatría y el sector adulto, siempre con tecnologías no invasivas, yo quisiera desarrollar más dispositivos médicos que hagan fácil la salud a los profesionales y a los pacientes. Y, siempre, con este componente creativo que hace que me lo pase bien.
Sin duda, con una parte médica muy bien cubierta.
Así es, como le comenté, uno de los cofundadores es pediatra y se ocupa de la dirección médica. Además estamos colaborando con dos hospitales de Barcelona. Es la forma de estar conectados con la comunidad médica.





