Pau Sendra

Cofundador de Waynabox

Viaje sorpresa

“Muy pocos proyectos nacen con una idea que funciona a la primera” 


Waynabox ha popularizado un servicio de viajes sorpresa por Europa a precios módicos.
0
505

La Plaza Real de Barcelona es un lugar emblemático donde los miles de turistas pasean y la tecnología fluye a través de los teléfonos móviles. En este observatorio privilegiado, encontramos a Pau Sendra, fundador de Waynabox.

“Una de las particularidades de Waynabox es que los viajeros descubren destinos que nunca se hubieran planteado si no es que nosotros se lo hubiéramos puesto enfrente”
“Un año después de fundar el proyecto salieron otros competidores en España. Para nosotros fue una tranquilidad: saber que lo que hacíamos no era ninguna locura, sino que otras empresas, de renombre, intentaban imitarnos”
 
“Fue Juan Roig, fundador de Mercadona, quien apostó por el proyecto inicial a través de su programa Lanzadera”
 
“Descubrimos que el cliente, además de viajar barato, lo que más valoraba era la emoción y la sorpresa de descubrir a dónde se iba a ir. Pensamos: “¡bingo! Este será nuestro ingrediente secreto. Y, de ahí, a lo que es hoy en día Waynabox”
 
“No montamos el proyecto en un garaje durante una charla entre colegas. La verdad es que fue una decisión muy profesional. Cada uno de nosotros tuvo desde el principio una función muy concreta”
“Nuestros inversores son muy conscientes de que quienes gestionan la compañía son los emprendedores, porque conocemos el día a día y los pequeños detalles. El consejo se convierte en una herramienta en la que podemos plantear dudas y retos y encontrar consensos”
¿Cuándo nació su proyecto?
La empresa se fundó en 2014 en Valencia y el producto se presentó en el Mobile World Congress de Barcelona de 2015.

Ustedes son originarios de Barcelona. ¿Por qué estaban en Valencia al fundar Waynabox?
Fue donde los primeros inversores apostaron por nosotros. Concretamente, fue Juan Roig, fundador de Mercadona, quien apostó por el proyecto inicial a través de su programa Lanzadera. Entonces nos llamábamos “Wayna”, simplemente, y Lanzadera nos ayudó mucho y enseñó a convertir una simple idea en toda una empresa rentable, con un producto, con clientes y con empleados.
 
Usted se formó en ingeniería aeronáutica. De ahí a trabajar en turismo va todo un mundo.
Bueno, todo está relacionado. Nosotros somos tres fundadores: Ferran Blanche, Dani Jiménez y yo mismo. Cuando comenzábamos proveníamos del sector de las compañías aéreas y acabábamos de detectar una oportunidad de negocio que quisimos aprovechar.

¿Cuál?
Habíamos visto que podríamos vender los asientos que quedaban libres en aviones que no viajaban llenos durante ciertos fines de semana. Por otra parte, queríamos ayudar al público joven a viajar de una forma más divertida y espontánea, sin planificar nada ni tener que comparar en tantas webs los precios de los vuelos y los hoteles. El primer prototipo de Waynabox nació al juntar ambas cosas.
 
Y esa idea ¿ha cambiado mucho en relación con lo que es hoy en día?
Totalmente. De hecho, pienso que hay muy pocos proyectos que nazcan con una idea “mágica” que funcione a la primera cuando se lleva a cabo. En nuestro caso, y en el de la mayoría de los que conozco, hemos vivido un proceso iterativo, donde comenzamos con una misión o prototipo y, con lo que fuimos aprendiendo, fuimos mutando la idea hasta dar con lo que el cliente necesitaba.
 
De esta manera, comenzamos ofreciendo los asientos vacíos en los aviones a un precio de 35 euros. El cliente tenía que elegir tres posibles destinos y unas pocas horas antes del vuelo descubría cuáles eran. Entonces podía escoger.

¿Qué cambió de esa idea?
Descubrimos que el cliente, además de viajar barato, lo que más valoraba era la emoción y la sorpresa de descubrir a dónde se iba a ir. Pensamos: “¡bingo! Este será nuestro ingrediente secreto. Y, de ahí, a lo que es hoy en día Waynabox.
 
Si el usuario tiene que hacerse la maleta unas horas antes… ¡No es lo mismo ir a Estocolmo que a Palermo!
Claro. Tal y como funcionamos actualmente, el viajero elige el fin de semana o los días en los que quiere hacer su viaje; revisa una lista de entre 12 y 15 posibles destinos y elimina aquellos que no le interesan y, dos días antes de partir, descubre su destino secreto. Así que sí tiene tiempo para preparar la maleta. Aunque, para algunos, quizás sea poco.
 
Nosotros siempre decimos que Waynabox es un producto para todos los públicos y edades, pero que es importante que todo el mundo tenga guardada una maleta para el frío y otra para el buen tiempo.

Parece que su proyecto puede tener muy buena salida para despedidas de soltero y viajes en grupo. ¿Es así?
Totalmente. Aportamos mucho valor a los grupos. De hecho, cuando organizas una despedida de soltero o un viaje de amigos es muy difícil ponerse de acuerdo entre todos. Con Waynabox es muy fácil: todo lo que hay que hacer es decidir una fecha. El resto va por nuestra cuenta. Nos encargaremos de buscar un buen destino y un buen hotel.
 
¿En su sector hay competencia?
La verdad es que estamos muy contentos en este sentido. Cuando empezamos en 2014 solo estábamos nosotros y una compañía holandesa. Fuimos los que más crecimos en Europa y lo hicimos en paralelo, aunque con productos un tanto diferenciados, porque desconocíamos nuestra existencia respectiva.
 
Ahora bien, al cabo de un año de comenzar ya salieron otros competidores en España. Para nosotros fue una tranquilidad: saber que lo que hacíamos no era ninguna locura, sino que otras empresas, de renombre, intentaban imitarnos. Nos gustó.
 
Igualmente pensamos que es muy bueno que existan diversas agencias trabajando en el concepto del viaje sorpresa, porque cuantos más seamos dando a conocer el producto, más gente de toda Europa podrá disfrutarlo.
 
El concepto de Waynabox se aproxima bastante al del low cost en viajes. ¿Hasta qué punto es sensible a las crisis económicas o sanitarias?
El sector turístico se vio muy afectado durante la crisis económica de los años 2008 y siguientes. Pero también fue uno de los que más rápidamente se recuperó. Desde 2014, cuando tuvimos la idea, el sector no ha parado de crecer. Creo que es muy bueno tanto para nosotros como para los viajeros.
 
Nosotros, lógicamente, hemos tenido algunos retos que superar como, por ejemplo, la ola de atentados en Europa de los últimos años, que tuvieron impacto sobre quienes organizan viajes y, especialmente, sobre los viajes sorpresa.
 
La gente se vuelve muy sensible a estas cosas.
El viajero, finalmente, recibe mucha información sobre lo que ocurre. Incluso, a veces, un exceso de ella, que lleva a fake news. Termina formándose una visión distorsionada del destino. Pero, aun así, nosotros tratamos de adaptar nuestros destinos a esas preocupaciones del cliente.
 
¿Sus clientes son mayoritariamente locales?
En 2015 arrancamos solamente con Barcelona y Madrid como únicos puntos de origen. Pero poco a poco fuimos ampliando nuestra presencia. Ahora estamos ya en Portugal, España, Francia, Países Bajos y comenzamos a trabajar en Italia. También estamos promocionando destinos locales, como Barcelona, Madrid, Bilbao o Sevilla, entre los turistas de fuera que vienen aquí. 
 
Su producto estrella tiene un precio popular, de 150 euros. ¿Costó mucho encontrar ese precio psicológico?
Al inicio queríamos ser lo más económicos posible, siempre que pudiéramos mantener una buena calidad. Vimos que 150 euros era un precio suficientemente económico y que, a la vez, permitía buenos hoteles y vuelos y un buen servicio. Actualmente seguimos ofreciendo viajes de fin de semana a Europa a 150 euros, pero también podemos ofrecer cosas distintas, como un viaje a Estados Unidos o un viaje con un hotel de calidad superior. Pero seguimos siendo conocidos por el precio.
 
¿Qué los llevó a innovar en su catálogo de servicios, además de los viajes a Europa por 150 euros?
Todos los viajes que no son por Europa y por sorpresa nacieron por el simple hecho de que muchos clientes ya habían viajado dos, tres, hasta cinco veces. Queríamos darles un mayor abanico porque ellos mismos nos lo pedían. Con esa idea en mente nació el viaje de verano a playas o el viaje a Estados Unidos, donde ofrecemos cinco días en ciudades como San Francisco, Miami, Chicago, Nueva York o Boston. Son productos pensados para quien ya ha probado Europa.
 
Según hemos ido conociendo, la mayoría de las startups se forman cuando dos o tres amigos se juntan y piensan. ¿Los tres fundadores siguen siendo amigos? ¿Siguen trabajando unidos?
Seguimos siendo muy buenos amigos. Pero debo decirle que nosotros no montamos este proyecto en un garaje durante una charla entre colegas. La verdad es que fue una decisión muy profesional. Cada uno de nosotros tuvo desde el principio una función muy concreta. Ferran y yo veníamos del sector de las compañías aéreas y nos conocíamos ya. Sabíamos muy bien cómo trabajábamos cada uno.
 
Dani, por su parte, tiene un perfil más técnico y se integró un poquito más tarde, cuando desarrollábamos la parte tecnológica. Le fuimos a buscar porque sabíamos que era quien mejor encajaría. También teníamos con él una relación profesional, antes que personal. Pero, actualmente, mantenemos una relación de amistad los tres y nunca ha habido ningún conflicto entre nosotros. En la mayoría de los casos que conozco, esto es poco habitual.
 
Han ido integrando a más socios por el camino. ¿Mantienen el control de la gestión?
Hemos hecho dos o tres ampliaciones de capital y han entrado nuevos inversores, así es. Eso, lógicamente, afecta un poco al día a día. Los nuevos inversores son de capital riesgo, como los Entrecanales, el Grupo Paladium, Bankinter, etcétera, que cuando entran, lo hacen con mucha fuerza. Hemos ido conformando un consejo de administración que va guiando en el día a día, que toma las decisiones estratégicas y que aporta contactos.
 
Sin embargo, estos inversores son también muy conscientes de que quienes gestionan la compañía son los emprendedores, porque conocemos el día a día y los pequeños detalles. De manera que el consejo se convierte en una herramienta en la que podemos plantear dudas y retos y encontrar consensos. Así que, finalmente, las decisiones de los fundadores suelen ser las que se tienen más en cuenta.
Desde hace poco tienen también un establecimiento físico.
 
En los últimos años hemos aprendido que los viajes sorpresa son un producto fantástico para regalar, tanto si eres el destinatario como si quieres quedar bien haciéndolo. Decidimos explorar esa idea y, finalmente, lanzamos un producto con forma de caja física, que se puede obsequiar. Quien lo regala puede comprar un viaje por 150 euros y quien lo recibe ya se ocupa de elegir los destinos y descubrir la sorpresa.
¿Y tiene flexibilidad para escoger las fechas y lo demás?
Quien va a canjear la caja elige el fin de semana que quiere viajar. Incluso, si lo desea, puede cambiar la experiencia y en tal caso pagará la diferencia.
 
El año pasado probamos este producto en Amazon y fue todo un éxito. Así que este año abrimos en la gran superficie comercial de Gran Vía 2 y también lo hemos empezado a distribuir en tiendas de Correos, viajes Carrefour y, pronto, en otro canal para que todo el mundo pueda acceder a él.
 
¿Puede recordar algún destino que le sorprendiera a usted, especialmente?
Una de las particularidades de Waynabox es que los viajeros descubren destinos que nunca se hubieran planteado si no es que nosotros se lo hubiéramos puesto enfrente. Generalmente, la gente piensa en París, Londres, Roma y otras capitales como destinos recurrentes. Todo siempre hacia el este. A mí me sorprendió mucho Lisboa, al oeste. Es una ciudad con mucha vida, luz, oferta cultural… En cierta manera se parece a Barcelona, aunque es distinta. La recomiendo mucho y, si es con Waynabox, todavía más.
 
Cuando era asalariado y quería ser emprendedor, ¿vivió algún periodo en que tuviera que hacer las dos cosas al mismo tiempo?
Así fue durante los primeros 4 o 5 meses del proyecto, sí: Ferran y yo trabajábamos en los prototipos todo lo que podíamos, pero no teníamos muchas horas disponibles porque el sector era muy exigente. Cuando vimos que había gente que creía en nosotros y que el proyecto tenía potencial, dimos el salto. Muchos nos decían que nos buscáramos un trabajo convencional. El tiempo demostró que lo que hacíamos entonces tendría sentido después.
 
¿Se sentía usted empresario vocacional?
Pues empresario como tal, no. Pero es difícil saber donde está la línea. Ferran, Dani y yo siempre hemos sido personas inquietas y siempre hemos montado proyectos, eventos, páginas web, etcétera. Esto era una idea más, que, finalmente, ha crecido mucho. Siempre fuimos de aprender haciendo y en Lanzadera aprendimos a ser empresarios, a gestionar capital de inversores, proveedores y empleados, y a tomar decisiones. Como ingenieros no sabíamos mucho de marketing, la verdad.
 
El día que tuvieron que hacer una presentación ante uno de esos socios de referencia, ¿cómo se sentían?
El proceso de búsqueda de inversores es largo y complejo. Cada inversor tiene un perfil distinto y muchas veces tú no encajas en el perfil. Así que solo un porcentaje muy pequeño se quiere reunir contigo y otro, todavía más pequeño, termina invirtiendo. Es un trabajo duro y si no tienes a un buen equipo de socios contigo es difícil gestionar la empresa.
 
Hace unos días anularon en Mobile World Congress… ¿Cómo lo valora?
Fue un revés importante para el sector hotelero. Pero Barcelona acoge siempre muy bien al turismo y creo que esto no pasará de ser una mera anécdota.

 

El cofundador de Waynabox es ingeniero aeronáutico, piloto y emprendedor. En su cuenta de Twitter se define como alguien a quien le “gusta construir cosas y que suele comenzar las cosas que puede terminar”. En una entrevista decía que en su oficina “nunca hay dos días iguales” y explicaba lo importante que es para él y su equipo desarrollar capacidad de adaptación. Tras haber reunido a las personas (Ferran Blanché y Dani Jiménez), reunieron los conocimientos (en el programa Lanzadera, promovido por Juan Roig) y, posteriormente a los inversores. 

FER UN COMENTARI

Introduïu el vostre comentari.
Introduïu el vostre nom aquí

Feedback se reserva el derecho de revisar los comentarios y despublicar en caso de no ser apropiados.