Oscar Camps

Fundador de Proactiva y de Open Arms

Salvar vidas

“Mientras África reciba de la diáspora el doble de lo que recibe del mundo, la gente seguirá migrando”


Oscar Camps asegura que la mejor manera de salvar vidas en el mar es poniendo remedio a la crisis en origen

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Hoy nos encontramos dentro de un barco que es mítico: el “Open Arms”. Ha salvado decenas y decenas de vidas de personas que, huyendo de la guerra y la violencia, intentaban sin éxito llegar a las costas europeas. Oscar Camps, empresario y filántropo, se encuentra al mando.

Hace diez años usted era un empresario dedicado a gestionar infraestructuras náuticas y costeras y a la seguridad y salvamento. ¿Se planteó alguna vez un objetivo tan distinto como el de fundar una ONG como Open Arms?

De ninguna manera. Nosotros, al principio, solo queríamos poner nuestro conocimiento y experiencia en salvamento a disposición de un problema muy concreto. Todo comenzó tras la muerte del niño Aylan, en octubre de 2015 ante las costas griegas. En ese momento decidimos enviar parte de los beneficios de nuestra empresa y a un equipo profesional con su material reglamentario a echar una mano.

Nuestros recursos eran limitados y pensábamos que solo estaríamos allí un corto espacio de tiempo. Pero vimos que, cuando intentábamos hacerlo oficialmente y siguiendo todos los conductos formales y administrativos, no obteníamos respuesta.

¿Y qué pasó entonces?

Que desestimamos esa vía y pasamos a actuar de manera voluntaria y a título personal. Nos fuimos dos personas a ver qué podíamos hacer allí para ayudar a quienes estaban ayudando. Fuimos como turistas. Pero unas cosas nos llevaron a otras: resultó que primero debíamos tener un seguro de responsabilidad civil, luego que debíamos constituirnos en asociación para que legalmente no pudieran echarnos…

¡Caramba!

Uno se va a Grecia a ayudar. Pero si la administración no admite oficialmente que necesita ayuda, entonces no te acogen. Y, entonces, para poder ayudar debes entrar legalmente a través de unos circuitos administrativos. Eso nos llevó a dar una serie de pasos cada vez que era necesario.

Además también había una responsabilidad moral: no podíamos marcharnos de allí porque no había nadie más haciendo lo que nosotros. Así que nos quedamos. Y como CEO de Proactiva, mi situación económica me permitía quedarme en Grecia mientras un equipo profesional se quedaba aquí para gestionar las empresas.

Ahora que lo dice, la mayoría de la gente conoce a Oscar Camps como el patrón de un barco de salvamento. Pero también es empresario.

Debo decir que me sigue sorprendiendo cuando me presentan como director de Open Arms. Claro que lo soy, pero llevo 30 años como empresario. Y parece que se olvidan de todo ese tiempo. Empecé a los 24 años con mi primer negocio y luego dediqué una temporada a la Cruz Roja porque me gustaba el salvamento. Fue allí donde me formé. Luego monté Proactiva, mi propia compañía, con la que ya llevo 20 años. Así que he cotizado como empresario desde hace décadas. Y si dirijo Open Arms es como una actividad adicional.

Llevo 30 años como empresario. Y parece que se olvidan de todo ese tiempo. Empecé a los 24 años con mi primer negocio y luego dediqué una temporada a la Cruz Roja porque me gustaba el salvamento. Fue allí donde me formé. Luego monté Proactiva, mi propia compañía, con la que ya llevo 20 años.

¿Y puede compaginar bien ambos trabajos?

Lo cierto es que mi dedicación al proyecto Open Arms no me permite ejercer directamente como empresario, porque no me deja el tiempo necesario. Pero cuento con un equipo profesional que gestiona las empresas. Y mantengo reuniones habituales con ese equipo, y mis ingresos dependen del funcionamiento de las empresas, no de la gestión de Open Arms. A veces he oído decir comentarios sorprendentes sobre mí…

Mi dedicación al proyecto Open Arms no me permite ejercer directamente como empresario, porque no me deja el tiempo necesario. Pero cuento con un equipo profesional que gestiona las empresas.

¿Como cuáles?

Como que si poseo no sé cuantas casas y propiedades. En primer lugar es mentira, pero, y si fuera cierto, ¿qué problema habría? Si llevo 30 años cotizando como empresario en este país, ¿por qué razón no debería poder tener lo que quisiera tener? El hecho de fundar y gestionar una ONG como Open Arms no implica que debas tener un determinado perfil económico o político. No creo que haya que ser de derechas o de izquierdas. Simplemente hay que tener cierta sensibilidad y sentir que estás haciendo lo que quieres hacer.

Está claro que nunca pensamos que esto alcanzaría esta envergadura. Los primeros meses de vida de Open Arms fueron una actividad de responsabilidad social corporativa de nuestra empresa. Pero luego fue tomando entidad por si misma y ganó peso y solvencia mediática y estructural. Tuvimos que pedir donaciones y recursos para que pudiera funcionar por sí sola, y al final se separó del todo.

Los primeros meses de vida de Open Arms fueron una actividad de responsabilidad social corporativa de nuestra empresa. Pero luego fue tomando entidad por si misma y ganó peso y solvencia mediática y estructural.

¿Son dos entidades completamente diferenciadas?

Están separadas. Aunque en su inicio era “Proactiva-Open Arms”, porque la actividad de Open Arms se desarrollaba a partir de los recursos y el dinero de la empresa Proactiva. Fue como un hijo que creció. Pero ya camina solo. Ahora son dos estructuras separadas incluso físicamente, con actividades distintas.

Aunque es cierto que muchos de los profesionales que trabajan en mi empresa son voluntarios de Open Arms y que desde la empresa seguimos ayudando a la ONG a través de la RSC. Evidentemente, la primera misión de un empleado de Proactiva, la puede realizar desde un barco de Open Arms sin que se le descuenten los días de la nómina. Esa es nuestra aportación empresarial?

Para sufragar los gastos de Open Arms, ¿ha tenido que buscar dinero?

No se ha dado el caso de tener que ir a llamar a puerta fría para encontrar financiación. Realmente, mediante nuestras actuaciones, las denuncias sociales que hacemos y las apariciones en los medios nos han ido llegando aportaciones económicas de la sociedad civil. En los últimos 5 años hemos tenido unos 60.000 donantes, la mayoría de pequeñas aportaciones. Pero eso ha hecho que el 90% de nuestra financiación sea privada.

Si tuviéramos más recursos seguro que haríamos más cosas. Pero nuestra intención no es la de crecer de manera ilimitada. Lo que queremos es sostener la actividad que estamos desarrollando.

¿Algún apoyo por parte de las administraciones públicas?

Alguna de ellas ha tenido la intención de hacerlo a través de convenios. Por ejemplo, ese fue el caso del Ayuntamiento de Barcelona y de la Generalitat en ciertos acuerdos puntuales. Pero el grueso de la financiación es privado. Y mientras siga siendo así, seguiremos trabajando.

Si llega el momento en que la gente deja de estar sensibilizada, o en que lo que hacemos deja de ser del interés general, o incluso si la administración asume el trabajo que hacemos nosotros en el mar, entonces dejaremos esta actividad y pasaremos a hacer otra. Finalmente, esta no es tanto nuestra responsabilidad como la de las administraciones y la Unión Europea.

Si llega el momento en que la gente deja de estar sensibilizada, o en que lo que hacemos deja de ser del interés general, o incluso si la administración asume el trabajo que hacemos nosotros en el mar, entonces dejaremos esta actividad y pasaremos a hacer otra.

Se les conoce por trabajar por todo el Mediterráneo.

Debo matizar eso: no solamente trabajamos en el Mediterráneo. Tal vez esas actividades son las que nos han dado más notoriedad. Pero también trabajamos en origen, es decir, en países como Senegal o Ghana. Allí tenemos proyectos que tratan de explicar a esas personas lo que ocurre durante ese viaje tan peligroso que quieren hacer por Europa.

La solución al problema de la inmigración forzada y los cayucos perdidos por el camino comienza en origen.

Yo creo que habría que comenzar a potenciar a los emprendedores locales de esos países y difundir más su trabajo. Porque hay personas que se quedan allí, y que emprenden y que generan empleo y oportunidades. El tejido empresarial es creciente en esos países, pero, lamentablemente, la comunicación y la digitalización han provocado que en África sea más sencillo saber qué día y hora juega el Barça que enterarse de que en el pueblo de al lado necesitan a 25 obreros para construir una fábrica.

Quizás cuando comiencen a desarrollarse otros mecanismos y el tejido empresarial local, todas estas personas que tienen que invertir entre 10.000 y 12.000 euros para hacer un viaje tan arriesgado y que termina casi siempre en retorno, tendrían la oportunidad de dedicar ese dinero a proyectos locales con un mayor recorrido. Si explicamos estas cosas en origen, podemos ayudar mucho a resolver el problema. 

Operando en tantos países del Mediterráneo, ¿diría que todos ven el problema de la misma manera?

Grecia, Italia, Malta y España comparten el mismo problema: la soledad a la que les somete la insolidaridad de los países europeos. Se les responsabiliza del flujo migratorio. Y es cierto que conforman la frontera natural con África, pero estas personas quieren llegar a otros países europeos; no quieren quedarse en el sur, porque la economía de aquí tampoco está como para querer quedarse. Así que el resto de los países se hacen un poco los “suecos” y dejan solos a estos cuatro ante la presión migratoria. De ahí los acuerdos ‘turbios’ que tienen Grecia y Turquía, Italia y Libia o España y Marruecos.

En los países europeos se hacen los “suecos” y dejan solos a Grecia, Italia, Malta y España ante la presión migratoria. 

¿Por qué ‘turbios’?

Porque pervierten muchos convenios internacionales de derechos humanos con el único fin de retener a las personas que quieren huir en contra de su voluntad y por la fuerza. Es decir, Europa financia a países terceros para que hagan eso que es tan feo pero fuera de Europa, y así no se nos pueda acusar de hacerlo.

En la empresa Proactiva luchamos para salvar vidas. En la ONG Open Arms luchamos para no tener que hacerlo. Y la manera de lograrlo es denunciando todas estas realidades.

Europa financia a países terceros para que retener a personas fuera de Europa, y así no se nos pueda acusar de hacerlo.

Antes lo mencionaba usted: aquí las cosas tampoco van bien. ¿Entre 2015 y 2020 ha notado que estas personas migrantes tengan un conocimiento de lo que realmente sucede aquí?

Hay una falsa realidad, que es la que imponen las redes sociales. Mire, la media de edad del continente africano es de 18 años. Estamos hablando de 1.200 millones de personas y de muchos millones de smartphones. Las redes sociales son muy accesibles desde allí y los smartphones están al alcance de muchos. Por otra parte, la comunidad africana afincada en Europa, la llamada diáspora, está enviando a África el doble de toda la ayuda que el mundo rico envía a ese continente.

Mientras esto siga siendo así y África reciba de la diáspora el doble de lo que le envía el mundo, los africanos seguirán migrando. Pero, cuidado, solo un 14% de la migración africana es la pretende llegar a Europa. El resto son personas que se desplazan entre los propios países del continente.

La media de edad del continente africano es de 18 años. Hablamos de 1.200 millones de personas y de muchos millones de smartphones. Perciben una falsa realidad.

Este dato no es de los que se sepan.

Todos estos datos pueden ser interpretados o presentados de manera tendenciosa, para generar estados de opinión concretos. Esto es lo que han hecho algunos grupos políticos de discurso xenófobo para confundir a la población. Son discursos que utilizan ciertas palabras, o nombres, o construcciones que puedan dar pie a opiniones muy negativas sobre la emigración. Nos dicen que “¡están llegando!” y nos podemos creer que nos están invadiendo. Pero no están llegando más que en otros años.

¿Qué datos tiene?

Recientemente leí que en 2019 el 37% de la migración irregular llegó en patera. Solo el 37%, ni siquiera el 50%. Pero ese 37% ocupa todas las portadas de todos los periódicos. Y especialmente la parte que tiene que ver con los Menores No Acompañados, los mal llamados “MENA”.

Por cierto, llamar “MENA” a estas personas es quitarles el alma, porque son niños… Son apelativos destinados a deshumanizar. Lo mismo que llamarles “inmigrantes ilegales” o “musulmanes”, o “terroristas”…  Con nuestras campañas, desde 2015, hemos logrado difundir una realidad directa más y sincera, porque en cada una de nuestras 78 misiones han ido dos periodistas a bordo. Profesionales independientes y que hacen lo que les parece con la información que recogen. Además, son un gran salvoconducto para nosotros.

¿Por qué?

Porque con su trabajo muestran que no estamos haciendo nada irregular. Así que son como nuestro pasaporte. Tras haber recibido tantas acusaciones en estos últimos cinco años, le puedo decir que si hubiera un ápice de razón en lo que nos llegan a decir, estaríamos todos detenidos. Pero no han logrado siquiera pararnos el barco… Será porque cumplimos estrictamente con el Derecho Marítimo, con los convenios internacionales y con las constituciones española e italiana. Si no, nunca hubiéramos sentado a Salvini en un banquillo, ni a algunos de estos grupos xenófobos, que están pendientes de juicio.

Creo que hemos conseguido transmitir la realidad con espíritu crítico. Con independencia del motivo que lleve a esas personas a huir de África, o de adónde quieren ir, o de su situación administrativa, no hay que dejarles morir en el mar. Porque la Ley obliga a intervenir en el mar y a no dejar ninguna vida a la deriva. Y es lo que hacemos: recogerlos del mar y entregarlos a la administración. Y ella ya decidirá en qué situación se encuentran y qué hay que hacer con ellos. Pero no por ello hay que dejarles morir en el mar, como sí ha sido la decisión de la Unión Europea: la de la inacción deliberada en materia de salvamento.

Eso es una grave acusación.

Dicen: “no vamos a hacer nada, que el mar haga su trabajo y que eso disuada a otros de venir”. ¡Fatal!

A menudo nos llegan relatos sobre mafias en África que se aprovechan de personas inocentes. ¿Usted sabe si hay estructuras delictivas que empujan a la gente a lanzarse al mar?

Esas estructuras provienen de las décadas y décadas de colonización europea. Una parte de África es francesa, otra británica, otra holandesa, otra italiana, hasta hay una parte de responsabilidad española… Les hemos abandonado a su suerte después de expoliarles durante décadas. Y si encima tenemos guerras a cuyas facciones estamos financiando o armando, como en Libia, todo eso desestabiliza más a unos países que no tienen solvencia democrática.

El papel histórico de Occidente, entonces, sería el que ha dado pie a las mafias.

Occidente ha manipulado a gobiernos para poder seguir extrayendo coltán o brillantes, o petróleo, o lo que haga falta. Todo eso genera la pobreza. Ahora mismo, el gobierno de Senegal ha firmado un acuerdo con China para que los pescadores chinos puedan saquear todavía más los bancos pesqueros locales, si es que todavía queda algo que sacar de allí. Luego los pescadores se morirán de hambre y vendrán en patera aquí y nos preguntaremos por qué siguen viniendo. Creo que nos hemos preocupado muy poco de lo que ocurre allí. Y si tenemos en cuenta que llevamos 70 años con la caridad del Domund intentando llegar al 50% de lo que llega la donación de la diáspora, el futuro que les espera es malo.

Vea el caso de Nigeria, uno de los países con más recursos naturales, pero también de los más pobres. Hay cifras escandalosas allí. Estas personas ven en las redes sociales que hay africanos subsaharianos que logran llegar a Europa y triunfar porque se hacen fotos bajo la Torre Eiffel. Y que envían todos los meses 200 euros a sus familias en el país, de manera que van viendo cómo las casas de al lado van progresando, pero no las suyas. Esas familias pueden escolarizar a sus hijos, gozar de asistencia médica y cambiarse de casa.

Eso genera el efecto llamada.

Otras familias que ven eso, terminan preparando al hijo pequeño de 14 años para que vaya a Europa tan pronto pueda. Le dan todo el dinero que tienen y le aleccionan para que intente llegar al Viejo Continente. Pero cuando el niño cruce la primera frontera de manera irregular, las mafias locales caerán sobre él y le extorsionarán y le robarán. Y el niño no podrá volver atrás, porque sería como admitir un fracaso y porque ha arruinado a su familia, así que no espera volver a ser acogido y no tiene otro remedio que seguir su viaje.

Y si entonces llega a Libia, que es un estado fallido porque Europa mató a Gadafi y porque sólo le interesa su petróleo y su gas, se encontrará con un avispero con todas las mafias posibles. Ante toda esa problemática lo único que puede hacer es seguir hacia el norte, cruzando el mar.

¿A qué zonas del Mediterráneo han tenido que acudir más veces para ayudar?

Depende de la política de cada país en cada momento. España asume los rescates que hace en la frontera sur y en Canarias a través de Salvamento Marítimo. Italia hacía lo mismo hasta 2014. Después, hasta 2018, la Guardia Costera Italiana nos coordinaba a todos los barcos que estábamos allí y nos daban la información de dónde se localizaban las pateras, para que fuéramos y rescatáramos a sus ocupantes y los dejáramos en Italia.

Pero en marzo de 2018, Salvini ascendió a ministro de Interior y rompió con todo. Prohibió el rescate en aguas internacionales y las entradas en puerto. Ese cambio afectó a Italia, pero no a las ONG, que seguimos haciendo lo que la ley dice que hay que hacer, a pesar de que ese señor tergiverse los convenios y el Derecho Marítimo. Al final la justicia nos dio la razón. Y no solo eso, sino que llevamos a Salvini ante la justicia. Hacemos lo que está mandado y por eso, moralmente, seguiremos haciéndolo. Yo no puedo volver atrás, después de todo lo aprendido.

El 2020 ha sido un año muy especial en Occidente. No sabemos cómo el COVID ha afectado a África. Pero, ¿en qué les ha afectado a ustedes?

Este año ha sido el que menos misiones hemos podido llevar a cabo, por culpa de la pandemia. En primer lugar porque en febrero el barco sufrió una avería muy seria que nos obligó a repararlo. Y durante esos trabajos entró la pandemia y nos paralizó muchos meses. Pudimos sacar el “Astral” a navegar por el Atlántico y hacer monitorización allí. Pero nos volvió a coger la pandemia en Fuerteventura y pasamos más meses confinados.

Al final decidimos dedicar nuestros recursos a combatir la pandemia. Nos pusimos en manos de la ciencia y las autoridades y, a partir de marzo, hicimos 25.000 PCRs en residencias de toda España. Así que pudimos, volvimos a sacar el Open Arms. Pero, como dice el protocolo COVID, cuando volvemos de un rescate debemos pasarnos 14 días de cuarentena en el barco.

¿El COVID se ha cebado en las personas migrantes?

Evidentemente el COVID afecta a África, pero en un continente con una edad media de 18 años, la repercusión no es la misma que aquí. Tampoco tienen a tantos ancianos de los que preocuparse porque ya han sufrido otras epidemias que se los han llevado por el camino. Boko Haram mata más que el COVID, por ejemplo. Pero es cierto que tampoco tienen las condiciones higiénicas que tenemos aquí: no pueden lavarse las manos en todo momento, ni sus mascarillas son las que tenemos aquí.

Además de en alta mar, ustedes operan en tierra con un proyecto para las escuelas de España llamado “Educación para la libertad”. ¿En qué consiste? 

Pensamos que es poco probable que la generación actual resuelva el problema. En cambio, los niños de hoy sí que podrían hacerlo. Así que comenzamos por la base. Impartimos un programa formativo que ya se ha desarrollado en 1.500 escuelas de toda España (unos 95.000 niños en total).

Si bien el COVID nos lo ha parado, también nos activó el programa de emergencias locales. Nos pusimos a disposición de las autoridades y, como le decía antes, nos dedicamos a hacer PCR a colectivos de riesgo. Entre residencias de ancianos, escuelas y centros comerciales, llevamos más de 40.000 hechas ya. Establecemos convenios con las administraciones públicas para hacer cosas en tierra, no solamente en el mar. El caso es que desplegamos todos nuestros recursos para ayudar a los más vulnerables, sea donde sea que se encuentren.

Oscar Camps (Barcelona, 1963) es, actualmente, una de las caras más conocidas de la acción humanitaria tanto en Catalunya como en España y en Europa. Pero tal vez es menos conocido que lleva 30 años trabajando como empresario y que hace 20 fundó Proactiva, una compañía que se define como proveedora de servicios integrales marítimos, costeros, deportivos, turísticos y socioculturales con una dilatada experiencia en prevención y seguridad. En otoño de 2015, el drama humanitario vivido en Grecia, y la muerte del niño Aylan Kurdi, cuyo cadáver solitario en una costa conmocionó a miles de personas, empujó a Camps a dedicar parte de sus recursos empresariales a ayudar allí donde las administraciones no llegaban.

Cinco años después, ve como su proyecto benéfico “Open Arms” adquiere identidad propia y nuevos enfoques de trabajo, no solo salvando vidas, sino denunciando realidades incómodas para occidente y, de paso, a políticos populistas que tergiversan la realidad en su beneficio. Open Arms ha merecido el aplauso y el reconocimiento de muchos voluntarios, donantes y autoridades, así como de personas de bien y agradecidas. El trabajo de Camps y de su equipo encarnan una de esas buenas influencias que cualquiera de nosotros querría para sus hijos.

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