La calidad de vida de las personas depende de la calidad de las políticas. Y ésta depende, cada vez más, de la capacidad de evaluar sus resultados. Hoy hablamos con un especialista en evaluación de políticas públicas. El profesor Xavier Cuadras dirige el consorcio público Ivàlua.
Usted es profesor titular de Economía, pero lidera organizaciones públicas que se dedican a elaborar y estudiar datos. ¿Son mundos distintos?
En 2019, la Generalitat de Catalunya me encargó ponerme al frente de ambas organizaciones. Acepté porque las dos entidades trabajan en temas muy próximos a los que constituyen mi interés académico. Esta es una etapa profesional con un principio y un final definidos. En cuanto termine, volveré a la universidad.
Hablemos primero de Ivàlua, un consorcio público catalán que se dedica a la evaluación de las políticas públicas. ¿Cuál es su propósito?
Nuestra misión es la de promover una cultura de la evaluación. A lo largo de nuestra historia nos hemos mantenido siempre fieles a esa tarea. Sin embargo, en la medida en que íbamos creciendo y logrando algunos hitos, también hemos comenzado a realizar las evaluaciones nosotros mismos.
Inicialmente las hacíamos de manera muy teórica. Diría que demasiado exhaustiva. Hoy nos encontramos en una segunda etapa: lo hacemos de manera más aplicada. La realidad práctica demanda que las evaluaciones se rijan por unos mensajes más claros y aplicables.
La realidad práctica demanda que las evaluaciones se rijan por unos mensajes más claros y aplicables
Colaboran, en este sentido, con administraciones públicas de todo tipo. ¿Existen recetas universales para evaluar si las políticas se hacen bien o no?
No existe, por así decirlo, una evaluación buena o mala. La evaluación puede hacerse a diferentes niveles y eso hace que para cada política exista una evaluación más adecuada que otra. Por ejemplo, no tendría mucho sentido que una política económicamente modesta requiriera una evaluación exagerada o demasiado exhaustiva.
Evaluar es analizar. Y lo que nosotros hacemos es generar conocimiento a través del análisis de las políticas públicas. Por ejemplo, analizamos cómo se han diseñado y cómo se implementan. Vemos que algunas son más detalladas y otras menos, pero todas tienen su espacio.
No tendría mucho sentido que una política económicamente modesta requiriera una evaluación exagerada o demasiado exhaustiva
¿La evaluación es una práctica presente en todas las administraciones públicas?
La evaluación todavía no es una práctica habitual en muchas administraciones. Esto se debe a que todavía no se la incluye como práctica dentro de la definición del ciclo completo de la política pública.
Yo creo que deberíamos habituarnos a integrar la evaluación en cualquier política. Es decir: debemos identificar una necesidad, definir una política, implementarla y, también, evaluarla.
Todavía no se incluye la evaluación como práctica dentro de la definición del ciclo completo de la política pública
¿Qué se requiere para que las administraciones puedan hacer evaluaciones correctas de sus políticas?
Fundamentalmente, un presupuesto, un personal y unos mecanismos asignados para cada política. Todavía no es algo común, especialmente en aquellas administraciones que no disponen de los medios necesarios.
El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Catalunya son excepciones a esa norma. En ambas ya se han observado grandes progresos. Y entre sus responsables hay un amplio convencimiento de la necesidad de evaluar. Pero debemos lograr que esta consciencia esté presente en las demás administraciones. Al menos, la consciencia y los medios.
Debemos lograr que esta consciencia esté presente en las demás administraciones
Las evaluaciones de las políticas públicas suelen tardar meses, si no años, en ser difundidas.
Todo depende de los objetivos de la política en la que nos fijemos. Si lo que se evalúa es una política que busca mejorar la convivencia, no es posible mostrar los resultados al cabo de unos pocos meses. Tal vez lo lograrás al cabo de unos años.
Por ejemplo, podríamos evaluar si una determinada política ha logrado reducir la pobreza de una determinada realidad social o localidad. Pero tal vez esa misma política tenga otros objetivos, como por ejemplo la mejora de la inserción laboral en la zona, o la cohesión social, o la tasa de escolarización en familias afectadas por pobreza severa… Evaluar estos otros elementos ya no es algo que puedas hacer en tres meses: se puede saber si los recursos se reciben o no, pero los resultados tardan en manifestarse. Todo ello añade sofisticación y complejidad al análisis. Y entonces se necesitan más datos e instrumentos.
Ivàlua ofrece soluciones estandarizadas a las administraciones públicas?
No por ahora. La evaluación se desarrolla caso por caso. Tal vez algunos criterios puedan traspasarse de un caso a otro, pero no existen paquetes de servicios que puedan ofrecerse a todo el mundo por igual.
Nosotros hacemos tres cosas: evaluar y publicar evaluaciones para que sirvan de referencia; poner materiales a disposición de quien los necesite para que evalúe y, finalmente, ofrecemos formación: preparamos a las personas que trabajan en los ayuntamientos en la filosofía de la evaluación.
En Ivàlua preparamos a las personas que trabajan en los ayuntamientos en la filosofía de la evaluación
¿El trabajo que hacen ustedes equivale a la fiscalización de las políticas públicas?
Eso es algo que se creyó durante mucho tiempo. Pero no es así. Lo único que hacemos es estudiar si una política está bien pensada, bien diseñada, tiene el impacto previsto cuando se implementa… Este es un conocimiento que permite mejorar la calidad de la política pública general y la vida de las personas.
No somos asimilables a la Intervención pública, por así decirlo. Lo que hacemos es un control de calidad, basado en el análisis de las políticas. Y nuestro trabajo es convencer a las administraciones de que hay que hacer las cosas mejor y que, para lograrlo, es necesario evaluar.
¿Europa determina criterios para evaluar las políticas?
No existe ningún criterio europeo. En cierto modo, la evaluación es una práctica que proviene de la academia y que se reconoce como beneficiosa en tanto que las mejores políticas suelen ser, también, las que mejor evaluadas están. Pero no hay siquiera la obligación de evaluar. Un ayuntamiento que no tenga un programa de evaluación no incurre en ninguna ilegalidad.
Un ayuntamiento que no tenga un programa de evaluación no incurre en ninguna ilegalidad
¿Cuántas personas trabajan en Ivàlua?
Actualmente unas 20 personas. No todas ellas son analistas. Diría que somos una institución muy modesta, pero con éxitos.
¿Les afectará en su trabajo la inteligencia artificial?
Sin duda. Además de presidir Ivàlua, dirijo el IDESCAT, el Instituto de Estadística de Catalunya. Nuestra forma de hacer las estadísticas es conservadora, en el sentido de que se rige por unas técnicas y manuales publicados por Eurostat y por las Naciones Unidas. Nuestro compromiso es el de producir unas estadísticas que sean perfectamente comparables con las de otros países y regiones.
Pero es obvio que cada vez hay más fuentes de información basadas en el big data y la inteligencia artificial. Y cada vez más empresas las quieren utilizar para construir sus propias estadísticas a semejanza de las oficiales.
Para uno y otro casos, el futuro se encuentra en aprovechar los gran cantidad de datos que tenemos al alcance. Y una forma de hacerlo, indudablemente, es la inteligencia artificial.
El futuro se encuentra en aprovechar los gran cantidad de datos que tenemos al alcance. Y una forma de hacerlo, indudablemente, es la inteligencia artificial