Claves del pensamiento estratégico para liderar equipos en momentos difíciles

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Henry Kissinger fue, durante décadas, el estratega más importante de la diplomacia norteamericana. Lo fue en tiempos especialmente convulsos, desde la Guerra de Vietnam al declive de la URSS que llevaría al fin de la Guerra Fría. “La tarea del líder es llevar a la gente desde donde está hasta donde no han estado”, decía. Que ese camino se recorra con los menores perjuicios para la empresa, es responsabilidad y mérito de un buen líder.

El liderazgo no es una habilidad que se pueda adquirir exclusivamente de manera académica. Requiere de aptitudes y experiencias que van forjando la personalidad para saber actuar de manera certera cuando se presentan los problemas. En las últimas décadas, la visión sobre el liderazgo ha ido cambiando y adaptándose a la nueva realidad empresarial. Por eso, el pensamiento estratégico ha ido ganando peso: una serie de herramientas y habilidades que no solo incluyen proponer soluciones, sino también tomar decisiones difíciles, algo que no todos son capaces de hacer.

El cambio va a llegar, quieras o no

Es verdad que las transformaciones son impredecibles. Podemos imaginar o tratar de predecir por dónde irán los tiros, pero no reducir al máximo la incertidumbre. Sin embargo, asumir que el cambio sucede, se busque conscientemente o irrumpa sin avisar, es un buen paso para estar preparados cuando llegue.

Un líder debe saber anticiparse a él y mantener a su equipo motivado y concernido sobre los problemas que puedan presentarse. Entender por qué es importante el cambio, asumirlo, es ya un buen comienzo. Tan importante como planificarlo en la medida de nuestras posibilidades. Si el líder cuenta con la adhesión de su equipo, el mensaje llegará de manera más eficiente en la hora de la transformación. Por eso, los jefes inspiradores lo tendrán más fácil para lograr que los suyos vayan detrás de él. Para eso, debe ser el primero en estar preparado, sea mediante su gran conocimiento del negocio como por su disponibilidad, para afrontar los retos.

La actitud lo es todo

Ser un líder es tener la capacidad de impactar e influir en los demás, generar confianza frente a la incertidumbre. La actitud es crucial para ejercer el liderazgo. ¿Seguirías a quien no parece saber qué quiere ni cómo? La seguridad en uno mismo, la capacidad de reacción y la rapidez de ejecución son algunas características de un buen líder.

Ante problemas o cambios, el líder debe hacerse cuatro preguntas básicas:

  • ¿Cuál es nuestro objetivo?
  • ¿Cómo es nuestro entorno?
  • ¿Cuáles son nuestras fortalezas y debilidades?
  • ¿Qué estrategias hay que seguir?

Muy a menudo, las circunstancias que implican transformaciones complicadas o dolorosas, ponen a prueba la resistencia de una empresa. Los problemas tensan la cadena y las decisiones de arriba pueden ser impopulares. Ahí entra en juego la compostura de un buen jefe, que debe acercar con hechos y datos sus decisiones, mantener siempre un diálogo sincero con el equipo y evitar la frustración.

Siete aptitudes de un buen líder desde el pensamiento estratégico

Experiencia: el bagaje adquirido en circunstancias similares es clave para afrontar nuevos cambios. El líder se curte en el terreno.

Actitud positiva: el equipo debe percibir que su líder acepta y asume los retos y que, ante los errores, actúa con capacidad de resiliencia.

Humildad: no se puede saber todo y de todo. Aceptar la opinión de mentores y de todos los implicados es crucial para agregar puntos de vista.

Determinación: sin perjuicio de informarse, analizar y valorar los pros y los contra, un jefe debe tomar decisiones por complicadas o impopulares que sea.

Credibilidad: se adquiere con el uso del liderazgo y lo conquista aquel que ha logrado impactar en sus colaboradores y empleados. La credibilidad ayudará a ganar apoyos en los momentos difíciles.

Flexibilidad: adaptarse a los cambios demuestra capacidad de supervivencia; el anquilosamiento en la zona de confort solo trae más problemas.

Observación: de la empresa, de la forma de funcionar del equipo, del entorno… Analizar y conocer en profundidad todos los factores en juego mantiene engrasada la inteligencia adaptativa.

La importancia de la gestión de equipo

Los tiempos de las empresas jerarquizadas, con sus áreas y estamentos separados, ya pasaron. De ahí que ser un líder no siempre sea lo mismo que ser el jefe. Ya hemos visto que el liderazgo se adquiere por el prestigio y la capacidad de generar confianza. Por eso, cuando se presentan los problemas, tan importante es la habilidad del líder como su vocación de contar con las personas de su alrededor.

El modo en que se gestiona al equipo y se le lleva desde ese lugar “donde está” hasta el que “no conocen”, como decía Kissinger, es una garantía de éxito y sirve para minimizar el impacto de un cambio y facilitar la transición y adaptación.

Dos conceptos son clave: comunicación y transparencia. Los empleados quieren saber, necesitan entender los procesos, sentir que forman parte de la transformación. Tener canales fluidos de intercambio de información, de experiencia y visiones, ayuda a integrar el equipo y a mantener a todos motivados. La verdad es, entonces, un buen aliado. No hay que maquillar el estado de las cosas, sino presentarlo desde una óptica optimista.

Al mismo tiempo, es necesario entrenar al equipo en los nuevos escenarios con flexibilidad y empatía. Acompañar al que no asume el cambio o se queda atrás e inspirar a los que dudan o temen para evitar que la zona de confort nos coma. Y, no menos importante, lidiar con el error y el fracaso. Parte del aprendizaje continuo en el pensamiento estratégico y la capacidad de enfrentar los problemas se debe a la inteligencia para incluir los tropiezos en el proceso de formación. Los errores de hoy serán experiencia mañana.

Fuente: EAE Business School

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