Del 19 al 23 de noviembre se celebró un congreso virtual con 3.000 participantes y con ponentes de altísimo nivel directivo internacional. Lo organizó Ship2B, una organización dedicada a fomentar el emprendimiento en proyectos con impacto social y ambiental, además de económico. Hoy hablamos con uno de sus fundadores, Xavier Pont.
Ustedes desarrollan un concepto denominado “economía de impacto”. ¿Nos lo puede explicar?
Claro. Todo esto viene de cuando se comienza a percibir que el modelo capitalista y de organización social contemporáneos entran en crisis. Ahí se ve cómo el estado y la filantropía no son capaces de resolver los grandes problemas de la humanidad y que, por lo tanto, hay una necesidad de que el sistema capitalista, que mueve cinco veces más dinero que el sector público y la filantropía juntos, trabaje para generar impacto social.
Es importante decir que no se trata de que el capitalismo haga la guerra por su cuenta, sino de que complemente lo que ya hacen el estado y la filantropía.
Hay una necesidad de que el sistema capitalista, que mueve cinco veces más dinero que el sector público y la filantropía juntos, trabaje para generar un impacto social
O sea, se trata de la entrada del mundo empresarial y financiero en la solución de los grandes problemas.
Esa es la necesidad. Cada vez es más evidente y, en los últimos años, fue dando lugar al surgimiento de una economía y un modelo de inversión denominadas “de impacto”. El mundo empresarial puede trabajar no solo para servir a su modelo de rentabilidad y valor al accionista, sino también para dar retorno social y medioambiental, es decir, generar una triple rentabilidad.
Hace unos cinco años, las Naciones Unidas lanzaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Le diré que el antecedente directo de los ODS fueron los Objetivos del Milenio, también promovidos por las Naciones Unidas y que resultaron un gran fracaso. Pero esta vez sí que hemos visto cómo todos los agentes relevantes: medios de comunicación, empresas, sector público, ONGs, etcétera, se están alineando alrededor de una agenda global para la resolución de los grandes retos de la humanidad. Es un fenómeno muy bonito de ver…
Con los ODS hemos visto cómo todos los agentes relevantes se alinean alrededor de una agenda global para la resolución de los grandes retos de la humanidad.
En el que las empresas, como dice, están también participando.
Gracias a la economía de impacto, sí. Lo que debemos tener claro es que para lograr todos estos objetivos tan importantes hay que movilizar mucho dinero y talento. Ronald Cohen, a quien se considera el fundador de la inversión de impacto, calculó que necesitaríamos 30 trillones de dólares en los próximos 10 años para satisfacer todos los ODS. Eso quiere decir que son 3 trillones por año. Y una parte muy importante de ese dinero tiene que movilizarse a través del sector privado.
Otra cosa importante es que la economía de impacto no es algo exclusivo del sector público, sino que es un espacio en el que lo privado se alía con lo público de maneras muy creativas. Conceptos como la financiación combinada (o blended finance), por ejemplo, o los bonos de impacto social, permiten poner a todos estos sectores en contacto los unos con los otros y ponerlos a trabajar conjuntamente.
Y en todo ese dibujo, ¿qué papel juega su proyecto Ship2B?
Hace las funciones de catalizador. Nosotros trabajamos tanto con startups, como con emprendedores, grandes corporaciones y empresas, el tercer sector, el sector público, inversores… Intentamos que todos ellos se alineen para generar impacto. Tenemos una aceleradora para emprendedores sociales y somos el partner de grandes corporaciones para que descubran la gran oportunidad que les puede suponer participar en la economía de impacto.
Me suena un poco a lo que hasta ahora se denominaba RSC. ¿No le parece?
La economía de impacto no es la RSC, o responsabilidad social corporativa. Hay empresas que hacen ciertas actividades benéficas con el único propósito de lavarse la cara ante el mercado. Lo que nosotros queremos es que las empresas vean la gran oportunidad de negocio y de desarrollo que tiene la apuesta por el impacto.
Queremos que las empresas vean la gran oportunidad de negocio y de desarrollo que tiene la apuesta por el impacto.
Bueno, ¿y qué oportunidades son esas?
Pues que el mundo pronto va a preferir las inversiones de impacto. Los consumidores lo harán. Los gobiernos pondrán impuestos cada vez mayores a las actividades que no sean sostenibles social o ambientalmente. Y, llegado un punto, si quieres generar un negocio de futuro deberás apostar por este tipo de actividades.
Los altos directivos de las compañías están cada vez más concienciados. Los inversores también piden que actúes cada vez más con criterios de impacto. Y, a veces, incluso llegan a entrar en tus juntas de accionistas solo para hacerte virar de trayectoria. Hay muchas fuerzas que confluyen en esta dirección actualmente.
El dato de antes, de los 30 trillones, me pareció muy gráfico. ¿Tiene más cifras sobre este movimiento?
Pues sí. Los mercados financieros globales arrojan un volumen de 279 trillones de dólares anuales. Son muchos ceros. De esta cantidad de dinero, ya hay 39 trillones que se están invirtiendo con algunos de los criterios “ESG” (acrónimo de ecología, sociedad y governanza – Nota del ed.) y que ya tienen algo que ver con el impacto. También hay 1 trillón que se dedica puramente a proyectos con impacto. Esta última magnitud es la que debemos hacer crecer en la próxima década. Y estoy convencido de que, en el futuro, todos los mercados financieros tendrán en cuenta el impacto.
¿Por qué está tan seguro?
Tiene que ver con la historia del capitalismo. En el siglo XIX el único criterio que guiaba las inversiones era el de la rentabilidad. Pero en cincuenta años aprendimos a tener en cuenta y controlar otro criterio: el del riesgo. Tardamos medio siglo en domesticarlo.
Actualmente, todos los activos financieros del mundo tienen en cuenta tanto la rentabilidad como el riesgo. Pero vendrá otro tema que es el del impacto. Y también estamos aprendiendo a domesticarlo para que todo el mundo lo tenga en cuenta.
En el siglo XIX el único criterio que guiaba las inversiones era el de la rentabilidad. Pero en cincuenta años aprendimos a tener en cuenta y controlar otro criterio: el del riesgo. Ahora buscamos el del impacto.
¿Usted cree que todos los problemas e injusticias del mundo pueden abordarse desde la inversión de impacto?
Veamos, la economía de impacto se fundamenta en las fuerzas del mercado y busca resolver problemas sociales con ellas. Y esto requiere creatividad y conjuntar enfoques. Eso está trayendo grandes oportunidades en los campos de la salud, la sostenibilidad, la educación… Pero hay temas vinculados a la corrupción y a la pobreza extrema que el mercado sencillamente no puede resolver. Es ahí donde el estado y la filantropía van a seguir siendo predominantes.
A veces hay personas demasiado optimistas que opinan que las empresas podrán resolver todos los problemas del mundo. Y no es así. La economía de impacto no tiene color político. Viene a sumar a todo lo que hay, con independencia de la visión que se tenga del estado y la sociedad.
Hay temas vinculados a la corrupción y a la pobreza extrema que el mercado sencillamente no puede resolver. Es ahí donde el estado y la filantropía van a seguir siendo predominantes.
Barcelona es un polo de atracción de mucho emprendimiento. ¿Qué papel juega la economía de impacto en esos proyectos que llegan?
Barcelona es un hub muy poderoso en materia de emprendimiento. Y una parte de este emprendimiento es de impacto. Me gusta hacer una analogía con el modo en que fue creciendo el emprendimiento digital en la ciudad: en los últimos 25 años han aparecido redes de capital riesgo, de business angels, de espacios de innovación y también proyectos de éxito. Se ha generado un ecosistema.
En el caso de la economía de impacto está sucediendo algo parecido: primero aparecieron startups emergentes como holaluz, socialcub, e-cooltra… y esperemos que pronto logren una valoración milmillonaria y se conviertan en “unicornios” que logren mejorar la vida de mil millones de personas.
A finales de noviembre pasado han organizado y celebrado el “Impact Forum”, un congreso de inversión de impacto. ¿Cómo les ha ido?
Hemos llegado a la séptima edición. Hace unos ocho años vimos que la economía de inversión de impacto estaba eclosionando en otros países que siempre nos llevaban ventaja: los nórdicos, los Estados Unidos, Inglaterra… Este movimiento surgió a finales de los años 90 y la primera firma de gestión de activos de este tipo se fundó en Inglaterra en el 2000.
Así pues comenzamos nuestro congreso hace años. Primero con los amigos y los familiares, como quien dice, porque en España había poca cosa más que la economía social y un sector cooperativo importante. Pero no veíamos al tipo de emprendedor, empresa o inversor que ya estábamos viendo en otros países. Inicialmente sentíamos que predicábamos en el desierto: la gente nos escuchaba con curiosidad, pero nos sentíamos pioneros.
Más adelante fueron ganando inercia.
Pasamos a una fase de boutique, en la que comenzábamos a suponer un nicho con emprendedores y ecosistema propio, aunque fuera del sistema.
Sin embargo, el último congreso ha reunido a más de 3.000 participantes y ha congregado a CEOs muy importantes como el de Caixabank, el de Telefónica, el de Repsol, o los vicepresidentes de Goldman Sachs y Blackrock. Por eso tuvimos ya la sensación de que esto se está volviendo mainstream y que cada vez más gente se lo cree, a pesar de los riesgos que supone. El debate del evento fue si esto realmente iba en serio o es solamente una operación de imagen.
¿Y a qué conclusión llegaron?
Se lo diré con un ejemplo: el CEO de Caixabank anunció que quería que todos los activos de su entidad, junto a los de Bankia, que equivalen al 50% del PIB anual español, se fueran dedicando progresivamente al impacto. La Caixa fue una entidad dedicada a temas sociales toda la vida, hasta el momento en el que viraron. Pero ahora están reconectando con su alma.
El CEO de Caixabank anunció que quería que todos los activos de su entidad, junto a los de Bankia, que equivalen al 50% del PIB anual español, se fueran dedicando progresivamente al impacto.
¿Se ve usted haciendo crecer el sector o cree que ya ha cubierto su misión?
Nuestro proyecto incluye una parte de la actividad dedicada a los intangibles y a la generación de un ecosistema propicio. Es ahí donde colocamos al congreso y a las muchas actividades que realiza la fundación Ship2B.
Pero también estamos trabajando en temas más tangibles. Cuente ahí a la aceleradora de startups de la que le hablé hace un momento, que ya ha ayudado a 179 proyectos y a más de 30 grandes corporaciones a transitar hacia el impacto. Estamos lanzando también una gestora propia con la que queremos levantar un fondo de inversión. Será la primera y la de referencia en España para los proyectos de impacto.
Pues no es poco.
Realmente no se puede dar ejemplo de algo si no te lo aplicas a ti mismo. Tratamos de demostrar que invertir en temas de impacto es rentable. Y a menudo nos encontramos con proyectos que, cuanto más rentables son, más impacto social generan. Es algo muy bonito.