¿En qué se parece la puntualidad a una corbata? En que los dos elementos son indispensables y dicen mucho de nosotros. Aquella vieja máxima que reza, vísteme despacio que tengo prisa, puede transmutarse a nuestros días de la siguiente forma: Vísteme despacio, no te olvides la corbata, esa que me gusta, que me marcho cinco minutos antes, que tengo prisa, quiero decir, tengo una reunión importante. La puntualidad es un componente mágico de la persona, es el efecto sorpresa. Y no debería de ser así. No deberíamos decir qué puntual que has llegado, con las cejas en puente y exclamando. Y es que arrastramos un mal hábito: la impuntualidad, sinónimo de indisciplina. Porque llegar tarde evidencia 4 faltas: Falta de orden, falta de eficacia, falta de ética y falta de credibilidad. Si yo fuera una buen orador y esto fuera una conferencia, y usted hubiese llegado tarde, ya se habría perdido la parte esencial del discurso. La parte de las faltas, la que refleja el mal, casi endémico que implica ser impuntual, la que deja en evidencia. Vamos, que llegar tarde es a corto, medio o largo plazo, una metáfora de la pérdida de oportunidades.
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