MENOS SELFIES, MÁS AMOR en tiempos de turismo masivo 

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Por Isabel Llorens, fundadora de RUSTICAE

En un pequeño hotel con encanto, uno de los mejores de España, cuelga un cartel que dice: “No se admiten influencers”. Esta declaración es clara: no quieren ser una etiqueta más en la marabunta de las redes sociales, donde lo impostado impera. Y que conste que no estoy en contra de los influencers ya que, como en todo, los hay que son absolutas referencias y merecen mi más absoluto respeto. Pero es una anécdota que me lleva a la realidad en la que nos movemos desde hace unos años en la que, bien alimentados por la “influencia” de estos personajes que nos transportan con sus fotos y de un modo aspiracional a lugares de ensueño, o simplemente por el cada vez mayor poder de las redes sociales y la creciente cultura del selfie y de la foto por encima de todo, nos olvidamos del disfrute y de la esencia de dónde o con quién estamos. Es como si el turismo se estuviera deshumanizando al viajar en masa a esos lugares a los que ahora se conoce como “los más instagrameables” simplemente por el hecho de hacerse la foto allí.

Con todo esto en mi cabeza, unido a las inquietantes noticias sobre el impacto del turismo masivo en España, me lleva a una reflexión profunda sobre cómo podemos cambiar el paradigma sin que nadie salga perdiendo en un país donde el 12,8% del PIB depende de este sector, unos 180 mil millones de euros.

Hablar de subir precios para que sólo unos pocos puedan viajar no es una solución válida, ya que llevaría a un evidente desequilibrio social. Viajar se democratizó hace mucho tiempo, y no deberíamos jugar con ello. Entonces, ¿qué podemos hacer? Está claro que no es una cuestión puramente económica sino, más bien, cultural y de actitud viajera.

El otro día, mientras visitaba a mi familia cerca de La Línea y Algeciras, fuimos a ver a Sara Baras en la Plaza de Toros de Algeciras. Antes del espectáculo, nos tomamos unas raciones en un bar del barrio. El disfrute fue enorme: medias raciones de salmonetes y pulpo fresco, a precios asequibles y con una atención exquisita. El ambiente era lo que denominamos “genuino” y, para mí, eso es clave. Integrarse con lo local sin llamar la atención, sin sacar el móvil para fotografiar cada paso que damos, es fundamental. Dejar descansar las redes sociales y disfrutar del momento, así de simple.

Rusticae nació hace más de 28 años con un propósito muy claro: proporcionar experiencias únicas relacionadas con el arte de vivir. El hedonismo del que hablamos no va de lujos superficiales, sino del disfrute de lo esencial, de los pequeños detalles. No se trata de un desayuno servido con guante blanco, sino de desayunar escuchando las cantatas de Bach en un ambiente íntimo, alejado de las masas. El respeto por lo local ha sido siempre nuestro propósito, y nuestros hoteleros han sido agentes de cambio y verdaderos motores de sus comunidades. Por eso defendemos un turismo responsable y respetuoso, un turismo con larga vida porque no puede masificarse: las plazas son limitadas.

MENOS SELFIES, MÁS AMOR no es sólo un eslogan, es una creencia absoluta. Está claro que los avances tecnológicos, como la Inteligencia Artificial y las redes sociales, provocarán cambios ineludibles, pero también un sofocamiento emocional. Ante la deshumanización, la sociedad necesitará recuperar los valores primigenios de la humanidad, volver a la esencia.

En Rusticae hemos comenzado a hablar de cómo nuestro propósito, trabajando con hotelería de calidad, puede convertirse en un bien social, en un motor de transformación y sanación, simplemente aplicando la bondad y la gentileza. Esto no lo consigue la IA, sino el trato humano y la suma de esfuerzos entre personas. Por eso también decimos: MENOS DESCUENTO Y MÁS AMOR, MENOS IA Y MÁS INTELIGENCIA COLECTIVA. Hablamos de crear una red de personas, una red indestructible.

Hay hoteleros que son ejemplos de éxito, no sólo por la novedad de su propósito, sino también por las acciones que están desarrollando. Un anfitrión nos propone un ejercicio: “Cuando te cruces con alguien, ya sean huéspedes o personas del equipo, piensa por un momento que son miembros de tu familia, de la gran familia humana, y deséales toda la felicidad. Hazlo mentalmente, con sinceridad y cariño. Sin duda, esas personas lo percibirán”.

Este es un paso más que nos lleva del turismo convencional a un turismo más auténtico y transformador. Y, como reza esta frase de Margaret Mead: “Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos reflexivos y comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, es la única cosa que alguna vez lo ha hecho“.

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