Montserrat Guardia

Profesora y presidenta del Consejo Social de la Universitat Politècnica de Catalunya

Ying y yang

“Para que una IA sea generativa, debe ser tan ética como la sociedad misma”

Montserrat Guardia trabaja por un espacio digital más inclusivo, respaldado por normas de buena convivencia
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Cada vez que utilizamos el móvil o consultamos Internet cedemos una parte de nuestros datos, de nuestra vivencia y de nuestro ser. Y vale la pena que alguien se preocupe de que nadie utilice esa información en contra de nosotros. Emprendedora, exploradora y apasionada, Montserrat Guardia es una de esas personas. Hoy conversamos con ella en el Rectorado de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC).

Usted se tituló como ingeniera de Telecomunicaciones en la UPC. Luego fue profesora de FP y dio sus primeros pasos en la empresa FECSA…

Así es. Fue justo en el momento en el que se estaba uniendo a ENHER, antes de la compra por parte de ENDESA. Dediqué mis primeros años en la empresa a la automatización de sistemas de telecontrol, especialmente en ámbitos críticos como eran los de las centrales nucleares y las térmicas. Aprendí muchísimo de mis compañeros. Fui la única chica en un grupo de 50 y me encantó que, al cabo de seis meses de mi llegada, dejaran de llamarme “la niña” y me llamaran “Montse”.

Me encantó que, al cabo de seis meses de mi llegada, dejaran de llamarme “la niña” y me llamaran “Montse”

Es comprensible.

También vi que era posible trabajar en aquello que te apasiona, y con gente muy preparada. Si bien, mi ilusión durante la carrera siempre había sido la de ir a trabajar bien lejos y aquel trabajo se desarrollaba a menos de 200 metros de mi casa…

La ilusión no se estaba cumpliendo.

Pero seguí estudiando y terminé un par de másteres. Cuando ENDESA adquirió FECSA-ENHER, se me presentó la oportunidad de participar en un proceso de selección para una multinacional que hacía cosas muy interesantes. Por ejemplo, la tecnología de los Juegos Olímpicos…

Caramba.

Corría el año 2000 y el COI comenzó a licitar diversos servicios de integración de hardware, software y redes en vistas a los Juegos de Salt Lake City y posteriores.

Pasé el proceso de selección y podría decirse que nos enamoramos mutuamente en la nueva empresa. Me marché de ENDESA dejando a muy buenos amigos y compañeros.

¿Al fin pudo viajar por el mundo?

Ganamos la licitación del COI, pero trabajando desde Barcelona. El contrato incluía cuatro Juegos Olímpicos, dos de verano y dos de invierno, desde 2002 a 2008. Y mi tarea fue la de ayudar a un grupo internacional de profesionales multidisciplinares a desarrollar esta tecnología. También desde Barcelona, pero viajando a Estados Unidos. Finalmente, pude ir a Salt Lake City y aprendí mucho.

La dirección de la empresa confió en mí y participé en un equipo multinacional centrado en la innovación tecnológica. El haber logrado ganar la propuesta de los Juegos de 2002 supuso un espaldarazo a la tecnología de las pantallas táctiles. Los periodistas deportivos podían tener un sistema de información táctil que les evitaba tener que ir con el ratón y el teclado. Y los mayores espónsores de los Juegos, que son las cadenas de TV, estuvieron encantadas. Los Juegos salieron muy bien y fue un gran crecimiento personal y profesional para mí.

La dirección de la empresa confió en mí y participé en un equipo multinacional centrado en la innovación tecnológica

¿Fue a Atenas?

Sí. Y seguimos todavía unos años más. El siguiente invierno fuimos a Turín, donde dirigí la tecnología. Fue la primera vez que trabajamos con un equipo de Lenovo en China, porque el hardware venía de allí. Nosotros integrábamos ese hardware con el software y las redes. Acompañar a Oriente a entrar en Occidente fue un gran aprendizaje para mí.

Hay quien dice que el inicio del s. XXI es también el comienzo de la revolución digital exponencial. Ahora todo va tres o cuatro veces más rápido, ¿no cree?

A mí me gusta decir que el espacio digital es un ecosistema vivo. El software está mejorando constantemente. El hardware, a pesar de sus limitaciones físicas, también. El mundo y las personas que trabajamos en estos entornos tenemos un perfil de exploradores con ingenio. Y buscamos mucha robustez, porque la profesión viene con un código deontológico de base.

Además, la publicación del Manifiesto AGILE representó un antes y un después para el software libre y el código abierto. Fue todo un posicionamiento de muchos programadores que querían que el código tuviera vida y ética. El Manifiesto nos obliga a ser garantes de que hay unos valores detrás de ese código.

A mí me gusta decir que el espacio digital es un ecosistema vivo. El software está mejorando constantemente

¿En esos valores se incluye el no generar más brechas?

Exacto. Siempre digo que cuando eres profesional de las tecnologías de la información y comunicación tienes una concepción del espacio digital que se está construyendo. La persona, el ser humano, es relevante en ese espacio.

He tenido la suerte de vivir en cinco continentes y de trabajar con personas de culturas muy distintas, pero cuando eres consciente de lo que significa una línea de código o una arquitectura digital y conoces el impacto que cada línea tiene en la vida de las personas, lo haces de manera distinta.

Cuando eres consciente de lo que significa una línea de código o una arquitectura digital y conoces el impacto que cada línea tiene en la vida de las personas, lo haces de manera distinta

Deme algún ejemplo.

Los pilotos de avión. Su vida depende del software que gobierna la aeronave. O los pacientes de un hospital, que dependen de un soporte digital. Todo lo que pasa a nuestro alrededor es gracias a estas mujeres y hombres que están programando. Y es algo que se ignora muchas veces.

¿Qué opina de la Inteligencia Artificial? ¿Cómo se afronta éticamente el reto que supone?

Llega un momento en tu carrera, después de haber pasado por todas esas empresas y haber emprendido en el espacio digital, en que ves relevante entender quién hace el código y cómo lo hace.

Con esta nueva inteligencia artificial, el código es cada vez más capaz de hacer cosas que no le son posibles a una persona. Cuando hablamos de inteligencia en la innovación, pensamos siempre en una inteligencia colaborativa. Y como colectivo también nosotros tenemos inteligencia. Nuestro reto actual es ver si el software que estamos creando entre todos (la I.A.) responde a una inteligencia colectiva bondadosa o no.

Nuestro reto actual es ver si el software que estamos creando entre todos (la I.A.) responde a una inteligencia colectiva bondadosa o no

¿La pregunta tiene respuesta?

Como miembros de una sociedad, ¿estamos influyendo en la creación del software? Pues no lo sabemos. Cada vez que tenemos un móvil en la mano e interactuamos con un servicio informático, estamos dando parte de nosotros: nuestro nombre, ubicación, forma de pensar, gustos… Todo esto es parte de tu ser.

Y los niños y niñas con móviles lo están haciendo también. Toda esta concepción ética sobre lo que damos y recibimos en el espacio digital es de lo que tenemos que discutir en los observatorios de ética. Porque en todas las culturas y generaciones estamos aportando algo a la red y haciendo que programadores y herramientas interactúen con la sociedad.

Cada vez que tenemos un móvil en la mano e interactuamos con un servicio informático, estamos dando parte de nosotros: nuestro nombre, ubicación, forma de pensar, gustos… Todo esto es parte de tu ser

Nos viene a la cabeza la imagen de un potro salvaje al que hay que dejar que corra, pero también hay que embridarlo para frenarlo de tanto en cuanto.

Siempre menciono el ying y el yang, la dualidad según los asiáticos. La realidad de cómo podemos traspasar la frontera de una IA para que sea generativa, es que sea tan ética como lo es la sociedad misma. Precisamente por ello, muchas personas que trabajan con nosotros, los tecnólogos, son juristas y filósofos o humanistas.

Me gusta comparar esto con el espacio aéreo hace 100 años. Entonces apenas nadie volaba y cuando se volaba, no se hacía ni en Jumbo ni en Boeing. La historia de la aviación es cercana a la del espacio digital, pero con la diferencia de que este último no es visible.

¿Cuál es su reto para los próximos 12 meses?

Yo trabajo en dos grandes propósitos vitales. Uno es que el espacio digital sea inclusivo y democrático y que no deje a nadie atrás. Más bien, que nos acelere en el sentido de conectarnos y hacernos una sociedad más humana y generosa.

El otro es el desarrollo de unas normas que nos acompañen para hacerlo posible. Unas normas, digamos, de buena conducta, o sociales, o de buena convivencia. El que haya un buen gobierno entre los que trabajan en el mundo tecnológico, en fin. Y que se acepte que hay muchos profesionales con muchos años de carrera a sus espaldas, además de amateurs, que adoptemos el nuevo espacio digital, que, como el aéreo, nos tiene que llevar muy lejos.

Poner puertas al campo es difícil, pero siempre hay resquicios para quien los busca. ¿Hay que vigilar conductas no éticas?

Sí. Y a la vez hay que evitar limitar la creatividad. Debemos saber innovar al tiempo que regular lo innovado. Este es un trabajo muy pluridisciplinar.

En mi caso, lo que busco es hacer más énfasis en palancas como la salud y el medioambiente. Tenemos una oportunidad enorme de atacar problemas muy complejos y hacerlo entre todos. La inteligencia colectiva que antes mencionaba, de personas que utilizan herramientas de inteligencia artificial, nos facilita analizar mejor el gran reto planetario del cambio climático y nos acerca la ciencia y la serendipia, o “magia” científica.

Debemos saber innovar al tiempo que regular lo innovado. Este es un trabajo muy pluridisciplinar

Montserrat Guardia Güell es ingeniera de Telecomunicaciones por la UPC. Se especializó en teoría de la señal y descubrió, durante la carrera, que su pasión era crear y practicar el ingenio en el entorno digital. Quería ver mundo y lo logró con los años. Primero fue profesora de FP, luego automatizó sistemas de control en instalaciones críticas como centrales nucleares. Finalmente, sobre los años 2000, comenzó a trabajar en innovación digital para empresas que integraban redes, hardware y software en los Juegos Olímpicos. Viajó por los cinco continentes. Se siguió formando. Emprendió ella misma en diversos negocios. Actualmente, es una de las voces más autorizadas a la hora de hablar de ecosistemas digitales. Pero, fiel al Manifiesto AGILE, nunca perdió la vocación por el humanismo y la centralidad del ser humano. Desde mayo de 2022 preside el Consell Social de la UPC en Barcelona, su alma mater.

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