El Director de la UPC-ETSAV (Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallés) hace un repaso de la Universidad actual, teniendo en cuenta la posición que ocupan las Escuelas de Arquitectura, sus carencias y su participación activa dentro de la sociedad, sobre todo en su actuación dentro del cambio climático que se está viviendo.
¿Cuándo y cómo nació la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallés?
Esta Escuela es hija de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, de hecho nació como una delegación que estaba entre Sabadell y Terrassa y se independizó.
¿Qué le diferencia de otras Escuelas?
Sobre todo el tamaño y el tipo de utilización de nuevas tecnologías. Esta es una Escuela que tiene su campo de actuación en Catalunya y comarcas. Mientras que la ciudad de Barcelona cuenta con otras instituciones. Aquí tenemos unos 1.000 estudiantes y la relación profesor-alumno es de pequeño formato.
Las Escuelas de Arquitectura se deben ir adaptando a la manera de hacer y de evolucionar del sector. ¿Qué supone para ustedes?
La profesión de arquitectura ha hecho cambiar mucho las Escuelas y los despachos, sobre todo por la utilización de herramientas informáticas. Cuando se introdujo la informática en los años 80 en la arquitectura, parecía que era un fenómeno extraño y ahora está absolutamente implantada. Hoy en día, para obtener un resultado final de más calidad o detalle contamos con herramientas más potentes.
¿Es importante mantener a los alumnos en contacto con el mundo profesional?
Sí. Por suerte, en estos momentos, el volumen de trabajo alrededor de la arquitectura y del mundo de la construcción hace que sea muy posible. Prácticamente, la totalidad de los estudiantes a mitad de carrera hasta acabarla trabajan en despachos de arquitectura. Tenemos un convenio Universidad–Empresa, lo que permite al alumno aprender arquitectura en la facultad y llevándola a la práctica.
¿Es obligatorio hacer prácticas para poder acabar la carrera?
No, en el actual plan de estudios no es obligatorio, pero los planes de estudios están para cambiarlos. Sin ser obligatorio, la mayoría de alumnos tienen experiencia en los despachos de arquitectura, lo cual me parece muy importante.
¿Qué diferencias hay entre ser un alumno hoy y serlo cuando usted era estudiante?
Seguramente la diferencia más evidente es el grado de criticismo. La condiciones ambientales favorecen o ejercitaban el espíritu crítico: el ambiente que nos rodeaba repugnaba la razón y actuaba como gimnasia para este espíritu. La falta de medios informáticos hacía importante la rapidez del razonamiento, la destreza manual y mental en el cálculo, la imprescindible agilidad de la expresión gráfica… En la actualidad, el alumno dispone de herramientas más sofisticadas, pero haría falta pensar qué aprendimos en este proceso de transformación y qué hemos ganado.
¿Los jóvenes aún tienen capacidad para entusiasmarse como antes o estudian porque les "toca"?
Los jóvenes no son un colectivo homogéneo. Hay jóvenes entusiastas, calculadores y abúlicos. Seguramente, la diferencia con tiempos anteriores, al menos en la arquitectura, es que ha desaparecido el estudiante crónico, la figura de ese estudiante que se arrastraba sine die por la Universidad, y esto me parece una gran mejoría, también aplicable al punto de vista social.
¿Por qué le gusta enseñar? ¿Por qué no dedica el 100% de su tiempo a ejercitar su profesión?
En la Universidad debemos cambiar el concepto de enseñar por el de aprender. En realidad, profesores y alumnos enseñan y aprenden, con la diferencia que los primeros llevan más tiempo y, seguramente, tienen más coses para intercambiar.
¿Qué es lo que está entrando con fuerza en estos momentos en la Escuela de Arquitectura?
Entender cual es el coste de funcionamiento de un edificio. El hecho de utilizar un tipo de material u otro, qué provocará, qué emisiones de CO2 habrán. El cambio climático, el cual nos ocupa en las diferentes profesiones, entra con peso en el concepto de arquitectura sostenible. Este es un tema muy importante y será, seguramente, el tema estrella en los próximos años: la responsabilidad de la persona que diseña los edificios en cuanto a su consumo y su impacto ecológico.
Siempre se habla de carencias en el sistema universitario.
Dentro del sistema universitario creo que hay muchas. Pero una de ellas, seguramente, es que habitualmente hacemos cambios demasiado radicales y siempre tenemos la impresión de que no hemos acabado. Ahora, por ejemplo, estamos en un movimiento en el que intentamos resolver el postgrado y a continuación resolveremos el grado, hay un desorden. También, creo que se tiende a una uniformidad entre las diferentes escuelas de arquitectura, y quizás lo que sería interesante es que hubiera un cierto grado de competencia. Que no todos hicieran lo mismo, sino implantar el espíritu de que cada uno se debe ganar su espacio dentro de la Universidad.
¿Algo de esto tiene que ver con la inversión que se destina a la Universidad?
Es evidente que el sistema universitario sufre de un nivel de inversión en investigación bastante bajo en comparación con países de alrededor. No sólo de los fondos que provienen de la administración, sino que las empresas tampoco invierten mucho en investigación. Y en la Universidad misma, hay una estructura como muy estable que hace que tengamos unos componentes apoltronados. Es decir, que iría bien un poco más de ambición por parte de los que formamos la Universidad, de generar cosas nuevas. Todo este conjunto hace que a la Universidad le falte un poco de soltura.
¿Será posible?
Yo supongo que llegará. Dentro de este proceso de cambio, espero que la Universidad lo haga un poco. Lo que echo de menos en las escuelas de arquitectura es su opinión en los medios de comunicación. No de lo que la disciplina ya tiene asimilado, sino de las noticias actuales como fuente de opinión. Porque cuando nosotros hablamos, lo hacemos sobre cosas que afectan a la población. Deberíamos participar en los grandes debates de las administraciones, como instituciones, desde la independencia.
¿Por qué cree que no se tienen en cuenta la opinión que viene de la Universidad?
Porque la Universidad está retirada. Creo que debería estar en medio de las cosas y que debería incorporar aspectos que preocupan a la sociedad. En el estado español, la Universidad se mantiene en su terreno y, en realidad, es el terreno total, es la que produce el conocimiento para resolver cosas que están pasando o que podrán pasar.
¿Qué modelo desearía usted?
Mezclar la empresa y la Universidad. Hay países donde las empresas alquilan laboratorios a las universidades y esto genera un nivel de penetración tremendo. Lo que no puede haber es una separación entre los colegios de arquitectos y las escuelas de arquitectura. Nosotros lo que hemos hecho es incorporar una de las sedes del Colegio dentro de nuestro edificio. ¿Por qué la academia y la profesión deben estar separadas? ¿No estamos en lo mismo?
¿Se debe ser optimista?
Sí, claro que sí. La evolución del estado español en los últimos 30 años ha sido espectacular. En este sentido se debe ser optimista porque tampoco se hace las cosas tan mal, pero se debe trabajar. La Universidad tiene mucho trabajo por delante, sobre todo, deshacer malos entendidos que reconoces cuando vas a países que están como nosotros estábamos hace un tiempo y ves los mismos defectos que sufríamos.