Los orígenes de la familia Torres en el Penedés datan del siglo XVII, donde ya se tiene constancia de que comercializaban el vino que cultivaban. Sin embargo, no es hasta 1870 cuando Jaime Torres Vendrell funda la empresa Torres. Durante la Guerra Civil española, parte de la bodega fue bombardeada, pero posteriormente fue reconstruida. Ese mismo año sale al mercado el primer vino embotellado y etiquetado con la marca de la empresa. A finales de la década de los setenta, principios de los ochenta, la empresa expande sus fronteras y apuesta por el continente americano. Chile y California pasan a formar parte de las tierras donde se crían viñedos Torres. Es en 1991 cuando Miguel A. Torres (cuarta generación de la familia) accede a la presidencia de la empresa, tras la defunción de su progenitor. Hablamos con él.
¿Cuándo cree que nace la primera mentalidad empresarial en Torres?
A finales del siglo XIX. El fundador de la empresa fue el hermano de mi bisabuelo. Tenía una viña cerca de Vilafranca del Penedés (Barcelona) y se dedicaba a elaborar un vino que posteriormente vendía por las ferias y mercados de la comarca. Posteriormente, emigró a América para hacer fortuna y a su regreso empezó a exportar vinos embotados en barricas de 140 litros. De este modo el hermano de mi bisabuelo fue el primero que dio un aire empresarial a la casa.
A parte del vino y el brandy… ¿por qué Torres no elabora otros productos relacionados con la vid?
Para no ser los primeros, mejor no estar…
En estos momentos nos resultaría muy difícil entrar en el mundo del cava; además tampoco estamos obligados a abarcar todo tipo de productos.
¿Responde a alguna necesidad la instalación de Torres en lugares como Chile y California?
No fue ningún tipo de estrategia ni pensábamos en planificar el futuro. En los años setenta vivimos cierta inestabilidad y mi padre pensó en instalarse en América. Viajó por todo el continente americano y, al final, decidió que Chile respondía a sus expectativas. Todo empezó como un proyecto muy pequeño, cuya inversión inicial rondaba los 200.000 dólares. Con el paso del tiempo ha ido creciendo poco a poco.
¿A los integrantes de la quinta generación de la empresa hay que inculcarles algún valor determinado?
“En cualquier empresa familiar, la vinculación llega cuando son pequeños, explicando qué representa, la importancia que tiene, historia que arrastra… todo debe entrar de forma suave y paulatina”
¿Qué concepto le dan a la fundación Miguel Torres?
¿La expansión en todo el territorio nacional es fruto de alguna estrategia?
Estamos prácticamente en toda Catalunya. Además, recientemente, también hemos desembarcado en Toro, Jumilla y La Ribera. Para tener un mayor peso específico dentro del territorio, además de gozar de una mejor y más amplia gama de productos.
¿A cada una de estas denominaciones de origen se le da el sello de identidad de Torres?
Por supuesto. La marca Torres es una garantía para el consumidor, por eso nuestros productos sean de California, Chile… siempre llevan el sello diferencial de Torres, el cliente lo requiere.
¿Cuál es el panorama de Torres para este 2004?
Esperamos crecer, siempre que el mercado lo permita. Contamos con una plantilla de grandes profesionales, por eso confío en que las ventas aumenten y las cosas funcionen.
Nosotros tenemos programas de búsqueda en diversos ámbitos. De Francia vienen las mejores casas de fabricantes de barricas para investigar sobre nuevos barriles de roble, nuevos tapones… Además también investigamos en viticultura.
“La investigación y el desarrollo son conceptos que deben tenerse muy en cuenta en cualquier empresa, porque marcan el futuro”