Hasta hace unos años esa parecía ser la cuestión. Actualmente, estamos en un mundo en el que esta conocida afirmación ha dejado de serlo para ser un “ser o aparentar ser, esa es la cuestión”.
Hoy en día, vivimos en una sociedad en la que importan más las apariencias que quién realmente eres, nos escondemos detrás de millones de objetos materiales para intentar estar en esa parte de la sociedad que tanto deseamos. Cada día vemos cómo la gente va a magníficos y carísimos restaurantes, conducen cochazos con apenas 23 años o incluso se compran unos zapatos que no se pueden permitir. Somos capaces de hipotecarnos por un coche para lucir ante la sociedad antes que mirar por nuestras necesidades primarias. Lo que hoy denominamos “nuevos ricos” son capaces de comprarse miles de cosas para poder aparentar, pero sin embargo comen lo más barato o con 35 años siguen viviendo en casa de sus padres.
¿A dónde hemos ido a parar? ¿Qué es lo que importa realmente hoy? No es todo esto, sino un alarmante síntoma de un gran vacío en el que está inmersa la sociedad. ¿Es que deberíamos pasar por una guerra para, realmente, darnos cuenta de la felicidad de la vida y lo que verdaderamente importa? Para ser felices, y aunque parezca un tópico, no es necesario el dinero, tampoco hermosos y lujosos coches, zapatos, ropa, etc. Ser feliz es llenar tu corazón, sentirte a gusto contigo mismo tanto en compañía como en soledad y, sobre todo, valorar la vida, todas aquellas pequeñas cosas que nos ofrece la vida y que cada día pasan desapercibidas delante de nuestros ojos.
Aferrémonos a la vida y menos a lo material, disfrutemos de esa cena en el bar de la esquina por “cuatro duros” con los amigos o de esa escapada a un camping en promoción con tu pareja, porque lo importante no es lo que tengamos sino las personas que tenemos alrededor y cómo lo disfrutemos.
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